EL ADVENIMIENTO DE LOS SERES DE LUZ
Este post es un homenaje a mi amigo Pedro Fresco, que en plena canícula de 2016 escribió en su blog, La República Heterodoxa, uno con este mismo título: "El advenimiento de los seres de luz". Pedro Fresco nos advertía, ya hace más de dos años, de que esta ola de moralina que nos invade estaba corroyendo los pilares basales de nuestro contrato social. Y tenía razón. Hemos llegado a un punto en el que la carrera política de una ministra puede irse al garete por las irregularidades cometidas por un sinvergüenza que dirigia un "instituto de investigación" dentro de la Universidad Rey Juan Carlos I en el que impartía másters con la única intención de forrarse. Cosa distinta es que de nuevo nos quedamos mirando embobados el dedo que señala la Luna sin percatarnos de la presencia del satélite terrestre: la bochornosa mercantilización de las universidades españolas y la cantidad de golfos que en ellas medran sin obstáculo a costa de nuestros dineros y de las familias de los estudiantes a través de másters, seminarios, cursos y demás sacacuartos para lucro personal de estos soplagaitas con título. Esto último no se investiga, perdónenme la vulgaridad, porque no hay huevos de meterse en ese berenjenal, ni por este ni por ningún Gobierno. Que dicen ustedes que en otros países los ministros dimiten por haber copiado en una tesis, aunque haya sido realizada décadas antes de tener siquiera sospechas de poder desempeñar algún día un cargo político, pues vale, pues muy bien, pero como reza el refranero hispánico: "mal de muchos, consuelo de tontos"; el saber popular nos deja dicho que: "mil millones de moscas no pueden estar equivocadas, come mierda"; y mi madre, en paz descanse, como seguramente las suyas, decía: "¿Y si los demás se tiran por un barranco, tú te tirarás también?". En román paladino, que lo que hagan otros en sus respectivos países es asunto de esas personas y de sus sociedades, que allí sabrán las razones que sustentan sus actos.
El caso es que en España, un país en el que hacíamos chistes y memes con lo de que dimitir no era un nombre ruso y con las risotadas de los políticos patrios ante la noticia de la dimisión de algún colega extranjero por copiar en un examen, ha dimitido una presidenta de Comunidad Autónoma y una ministra por irregularidades en un máster. Otro ministro dimitió por haber evadido el pago de impuestos, usando para ello una sociedad instrumental; en este sentido cabe recordar que en Podemos también dimitió, que se sepa - porque esto de la transparencia ya si tal -, uno de sus miembros fundadores de todas sus responsabilidades por lo mismo que el ministro. El presidente del Partido Popular, el partido más relevante de las derechas hispánicas, está a un paso de la imputación por el Tribunal Supremo a cuenta del mismo máster que le costó el puesto a la precitada presidenta de Comunidad Autónoma; de hecho, de no estar aforado ya estaría imputado, igual que tres de sus compañeras de fatiguitas que no gozan de ese privilegio feudal. Y el resto de políticos está modificando la información pública sobre sus currículums, borrando todo lo falso, hasta el punto de que uno de ellos ha pasado de tener uno envidiable a quedarse con el único mérito de su soltería. Estos estándares morales son nuevos, muy recientes, porque no hace tanto, ustedes lo recordarán porque no ha pasado tanto tiempo para que se les haya olvidado, que nos ufanábamos de no darle importancia a la vida privada, mucho menos a la vida privada del pasado, de nuestros políticos porque lo que nos interesaba valorar es su labor política. Lo que quiero decir es que lo que hoy se considera una conducta deshonrosa, hace dos días como aquél que dice, era de lo más normal y hasta aceptable para cualquiera, también para los políticos o, dicho de otra manera, estamos juzgando con los estándares actuales conductas que se produjeron en un contexto histórico distinto en el que no eran punibles. Por ahora, que yo sepa, nadie, ningún político de este país de pandereta, ha dimitido por ser un/a inútil, incompetente e ineficaz. Si los miembros de la clase política española tuvieran que dimitir por su manifiesta y comprobada incompetencia no se salvaba ni El Tato. Eso sí, en el hipotético caso en que esta peregrina circunstancia finalmente se diese, Dios no lo quiera, siempre tendremos en el banquillo, en perfecta formación de revista, a toda una generación de tertulianos y tertulianas de televisión con conocimientos en todos los campos de saber.
Estamos pidiendo, exigimos en realidad, a los políticos que sean "seres de luz", esto que así a vuelapluma sería bueno, en realidad es un desastre porque estamos ahuyentando de la política a las personas más capaces por el miedo que les produce la posibilidad de que escudriñando en su vida algún "periodista" de investigación encuentre una factura sin pagar, una multa, un párrafo sin entrecomillar o una foto tocándose sus partes o las de otra persona en la playa. Es decir, estamos juzgando a los políticos no por su valía para desempeñar cargos públicos de responsabilidad sino por sus vicios, sus pecados, sus incoherencias y sus pequeñas miserias humanas. Y, oigan, esto excluye a todo el mundo salvo a los sinvergüenzas, los caraduras, los vendehumos, salvapatrias, cantamañanas y estafadores de todo pelo, que es lo que nos va quedando en los partidos políticos y en los Parlamentos. Ustedes verán lo que hacen pero les digo desde ya que así no vamos bien.
El caso es que en España, un país en el que hacíamos chistes y memes con lo de que dimitir no era un nombre ruso y con las risotadas de los políticos patrios ante la noticia de la dimisión de algún colega extranjero por copiar en un examen, ha dimitido una presidenta de Comunidad Autónoma y una ministra por irregularidades en un máster. Otro ministro dimitió por haber evadido el pago de impuestos, usando para ello una sociedad instrumental; en este sentido cabe recordar que en Podemos también dimitió, que se sepa - porque esto de la transparencia ya si tal -, uno de sus miembros fundadores de todas sus responsabilidades por lo mismo que el ministro. El presidente del Partido Popular, el partido más relevante de las derechas hispánicas, está a un paso de la imputación por el Tribunal Supremo a cuenta del mismo máster que le costó el puesto a la precitada presidenta de Comunidad Autónoma; de hecho, de no estar aforado ya estaría imputado, igual que tres de sus compañeras de fatiguitas que no gozan de ese privilegio feudal. Y el resto de políticos está modificando la información pública sobre sus currículums, borrando todo lo falso, hasta el punto de que uno de ellos ha pasado de tener uno envidiable a quedarse con el único mérito de su soltería. Estos estándares morales son nuevos, muy recientes, porque no hace tanto, ustedes lo recordarán porque no ha pasado tanto tiempo para que se les haya olvidado, que nos ufanábamos de no darle importancia a la vida privada, mucho menos a la vida privada del pasado, de nuestros políticos porque lo que nos interesaba valorar es su labor política. Lo que quiero decir es que lo que hoy se considera una conducta deshonrosa, hace dos días como aquél que dice, era de lo más normal y hasta aceptable para cualquiera, también para los políticos o, dicho de otra manera, estamos juzgando con los estándares actuales conductas que se produjeron en un contexto histórico distinto en el que no eran punibles. Por ahora, que yo sepa, nadie, ningún político de este país de pandereta, ha dimitido por ser un/a inútil, incompetente e ineficaz. Si los miembros de la clase política española tuvieran que dimitir por su manifiesta y comprobada incompetencia no se salvaba ni El Tato. Eso sí, en el hipotético caso en que esta peregrina circunstancia finalmente se diese, Dios no lo quiera, siempre tendremos en el banquillo, en perfecta formación de revista, a toda una generación de tertulianos y tertulianas de televisión con conocimientos en todos los campos de saber.
Estamos pidiendo, exigimos en realidad, a los políticos que sean "seres de luz", esto que así a vuelapluma sería bueno, en realidad es un desastre porque estamos ahuyentando de la política a las personas más capaces por el miedo que les produce la posibilidad de que escudriñando en su vida algún "periodista" de investigación encuentre una factura sin pagar, una multa, un párrafo sin entrecomillar o una foto tocándose sus partes o las de otra persona en la playa. Es decir, estamos juzgando a los políticos no por su valía para desempeñar cargos públicos de responsabilidad sino por sus vicios, sus pecados, sus incoherencias y sus pequeñas miserias humanas. Y, oigan, esto excluye a todo el mundo salvo a los sinvergüenzas, los caraduras, los vendehumos, salvapatrias, cantamañanas y estafadores de todo pelo, que es lo que nos va quedando en los partidos políticos y en los Parlamentos. Ustedes verán lo que hacen pero les digo desde ya que así no vamos bien.

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