LA MONARQUÍA MUNICIPALISTA DE MADRID

Hace ya mucho tiempo que algunos y algunas venimos advirtiendo de la deriva cesarista que está contaminando la política española y a todos los partidos políticos, sin excepción. El culto al amado líder, con todos los vicios que se heredan de la coyuntura de los inicios del primer tercio del siglo XX, ha reverdecido laureles, voy a decir que sorpresivamente porque soy un pobre ignorante y un ignorante pobre, en el panorama político hispánico. Digo que esto es una sorpresa porque, al menos en teoría, la irrupción de Podemos y Ciudadanos en el engranaje de partidos de España iba a producir un cambio radical en los métodos y las formas de la denominada "vieja política", pero esta deriva mesiánica, qué quieren que les diga, no la vi venir pese a los claros signos de su advenimiento; ya les digo que soy ignorante y pobre. Sea como fuere, la bendición de Podemos - y la miriada de partidos de izquierda que sobrevuelan al partido morado a ver si pillan sillón - a la candidatura de Carmena para la alcaldía de Madrid, que les recuerdo que es la capital del reino, supone alcanzar la cima de ese proceso de adoración del amado líder, en este caso "amada lideresa". Les recuerdo que, Manuela Carmena, pretende y va a conseguir presentarse a la alcaldía de Madrid con una agrupación de electores, es decir, se presenta ella como único bagaje político, sin partidos políticos, sin programas políticos, sin política, que eso son cosas de pobres. Ahora Carmena es, como ya han revelado algunos de sus súbditos más rebeldes de su actual coalición de partidos, que se llamaba Ahora Madrid, una monarquía municipalista. 

Un servidor de ustedes es republicano, porque no me privo de ningún vicio, así que ya entenderán que estas tendencias monárquicas en la política municipal española me produzcan sarpullido. En el fondo es el clásico "quita, que esto lo arreglo yo en dos patás" o aquello de "¡Pero qué chapuza le han hecho aquí! Si esto lo hubiera hecho yo ahora no estaríamos así", que tanto daño ha hecho en muchas reformas caseras y edificaciones de segundas viviendas en el campo a lo largo de la geografía ibérica. Al final, la obra resultante es una mierda, un bluff, una ñapa que se revela rápidamente como un desastre que amenaza ruina. No digo yo que el experimento monárquico-municipalista "carmenista" vaya a ser un desastre, igual funciona bien, pero es que inextricablemente imbricado en el ser republicano está el ser demócrata y, claro, esto de "porque yo lo valgo" no nos vale a los republicanos. Ya me parecía insuficiente, por manipulado, el sistema de primarias en Podemos y en el PSOE, no digamos ya en Ciudadanos o la chapuza indecente que montó el PP, para que ahora me venga esta señora con que: "en la lista electoral pongo yo a los que me salgan de higo, no los que elijan la militancia de los partidos, que eso de los partidos políticos son excrecencias del liberalismo decadente". Discurso que por otra parte, parafraseando un anuncio de una conocida marca de cerveza, tiene lejanos ecos joseantonianos. Porque, oigan, que se está dirimiendo la principal alcaldía del reino de España, la de su capital, Madrid, y eso marca tendencia, crea jurisprudencia y se contagia como la peste. Y por eso, en cierta medida, me parece sorprendente que Podemos, que tiene ya en sí mismo fuertes tensiones centrípetas - lo evidenció en diferido y en forma de simulación don Ïñigo Errejòn con aquello del núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales o de provincias -, haya claudicado mansamente, sin presentar batalla, a las pretensiones de doña Manuela. En este sentido no sé si es que al matrimonio propietario del chalet de Galapagar le produce ternura la osadía de esta lideresa de la tercera edad o que miran este gesto con glotonería, con sana envidia, para ver si tirando de ejemplo pueden materializar esta opción en el seno de Podemos. Siendo malpensado - mi abuela decía que: "piensa mal y acertarás" -, podría uno concluir que lo que pretenden los Montero-Iglesias es convertir Podemos en un Ahora Iglesias y recuperar como símbolo del partido la jeta del amado líder en una paleta infinita de colores, como ya ocurrió antaño, otrora, en aquellos maravillosos años. En fin, que no es morriña, no se dejen engañar - más - por esa carita de ángel, sino ansia viva, ansia de poder, amor al sillón, que es lo que mueve a los políticos, a todos, sin excepción conocida.

Doña Manuela no se ha cansado de repetir, por activa y por pasiva, en todos los medios de comunicación, ya sean escritos, hablados o televisados, que no se iba a volver a presentar porque su compromiso había sido por cuatro años y porque la política no debe verse como una actividad profesional sino como un servicio a la ciudadanía. Como ha dicho ella en rueda de prensa, convocada por ella y a la que solo ella se presentó, ha cambiado de opinión y ahora ya no le parece tan mal que la política pueda concebirse como una carrera profesional, o sea, que del sillón no la sacan ni con agua caliente. Al parecer, según ella y el ínclito Errejón, hay un "clamor popular" que le ha obligado a la pobre señora, que no ha podido resistirse a romper su promesa de no repetir en el cargo; según doña Manuela, un día se encontró con que un señor en una calle de Madrid le invitó a presentarse otra vez y ante eso nada pudo hacer. Dejen de reírse que esto es serio. Nada que objetar, la verdad, porque me parece legítimo tener ambición, de hecho lo considero imprescindible para una persona con vocación política, otra cosa son los votantes, o sea, ustedes.

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