LAZOS AMARILLOS
La patria y la bandera siempre han sido la alfombra bajo la que se oculta toda la porquería que no se puede barrer, asimismo siempre han servido de refugio a toda la sarta de estafadores cuyo único objetivo en la vida es maximizar su beneficio personal. Además, las patrias son conceptos excluyentes en la medida en que limitan y/o constriñen a unos límites territoriales - las fronteras son líneas que trazaron los poderosos para delimitar su territorio - su ámbito de dominio y todo aquello que queda fuera de sus fronteras o no existe o es despreciable. Ligados a esto de manera inextricable están el racismo, la xenofobia y el etnicismo porque es inevitable concluir que si dentro de los límites de la patria está todo lo bueno y lo superior mientras que fuera de ellos sólo hay mierda, quienes viven más allá de la frontera son seres inferiores, posiblemente ni siquiera humanos. De todas formas, el peor enemigo de la patria no está allende las fronteras sino dentro, en los quintacolumnistas, los traidores, esa gentuza, desecho de tienta, morralla. La traición a la patria es delito capital en todos los países, sin exclusión conocida, incluso en aquellos territorios que no son países porque las patrias no existen más que en la patológica imaginación del nacionalismo y con la única intención de esquilmar el territorio y a sus habitantes, sus compatriotas. Por eso, la violación de la simbología patriótica como, por ejemplo: quemar banderas o romper fotos del jefe del Estado, conlleva la pena máxima del ordenamiento jurídico, porque también es alta traición. Los conocidos lazos amarillos, que en principio se inventaron para reivindicar la libertad de los políticos catalanes en prisión preventiva - que es que la justicia en España no es un cachondeo sino lo siguiente -, se han convertido en arma de guerra entre dos patrias, la española y la catalana. Entre ellas está la ciudadanía, que es la que se lleva las hostias, como siempre. Ya lo decía mi abuela: "a pagar siempre pocarropa".
Ocupar espacios públicos con símbolos políticos, máxime cuando esos símbolos no representan al conjunto de la ciudadanía sino a duras penas al 50%, es una agresión para ese otro 50% que no está de acuerdo. Aparecer por esos mismos espacios públicos a retirar los símbolos que representan al 50% de la ciudadanía de Catalunya es otra agresión, por los motivos contrarios sí, pero agresión al fin y al cabo. Los partidos políticos que han establecido la confrontación directa como estrategia electoral deben asumir que el coste asociado a los posibles beneficios electorales que comporta aquella se van a medir en violencia ciudadana. Una violencia que está enfrentando en los espacios públicos a la ciudadanía catalana con consecuencias que apenas alcanzamos a vislumbrar todavía. El bochornoso espectáculo protagonizado por unos y otros con las cruces amarillas en playas y plazas públicas, así como con los ínclitos lazos amarillos en muchas calles de infinidad de municipios catalanes, empieza a dar la medida del problema. Un problema que está trascendiendo de lo político a lo sociológico y que posiblemente puede considerarse, perdónenme la barbaridad, la semilla de una guerra civil. Como dice mi amigo, Bernardo: "tonto el que pone los lazos y más tonto el que los quita". Por todo esto, la carta que Oriol Junqueras publicó en El Periódico el pasado domingo, 2 de septiembre, bajo el título "Oda a la Amistad", además de ser de obligada lectura para todo republicano sea independentista o no, es muy valiosa porque señala con mucha inteligencia la estrategia correcta. Se podrá estar de acuerdo o no con las ideas de Oriol Junqueras - yo estoy de acuerdo con la mayor parte de ellas - pero no se le puede negar coherencia, valentía, honestidad y gran inteligencia política. Como dijo el Dalai Lama: "la violencia solo engendra violencia". Los lazos amarillos son la navaja por la que vamos caminando desde hace ya mucho tiempo y las probabilidades de tajarnos o de "sacarnos las tajás" entre unos y otros van incrementándose exponencialmente por minutos. Y hay un factor que es necesario tener en cuenta, muy en cuenta, que el sector vamos a llamarlo "unionista" ha perdido el miedo a salir a la calle con su simbología y expresar en el espacio público sus ideas. Esto es como echar gasolina al fuego ya que si este sector, más o menos la mitad de la población, hubiese seguido en su tradicional ostracismo, la violencia ciudadana callejera sería mínima, insignificante. El ex Vicepresident de la Generalitat de Catalunya es historiador y sabe que hasta el momento la independencia de un territorio siempre se ha basado en una situación real de opresión de todo un pueblo por parte de otro país, jamás, repito, jamás se ha establecido el objetivo de la independencia con la oposición expresa de la mitad de la población de ese territorio.
Ninguna patria y ninguna bandera merece ningún sacrificio, ni personal ni colectivo, porque como ya he dicho son una estafa de los poderosos a la gente común. El nacionalismo, todo nacionalismo, es por definición de derechas porque se basa en la necesidad que tienen las clases dirigentes de reafirmar su dominio sobre un territorio y fundamentalmente sobre una población. En ningún caso el objetivo es mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, insisto, en ningún caso. El discurso tramposo y mentiroso de la derecha nacionalista lo que pretende en todos los casos es usar la patria y la bandera para ocultar sus desmanes. Que el independentismo catalán, tradicionalmente de izquierdas, se haya dejado seducir por los cantos de sirena del nacionalismo burgués catalán, que es de derechas como todo nacionalismo, me sigue causando un gran dolor.
Ninguna patria y ninguna bandera merece ningún sacrificio, ni personal ni colectivo, porque como ya he dicho son una estafa de los poderosos a la gente común. El nacionalismo, todo nacionalismo, es por definición de derechas porque se basa en la necesidad que tienen las clases dirigentes de reafirmar su dominio sobre un territorio y fundamentalmente sobre una población. En ningún caso el objetivo es mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, insisto, en ningún caso. El discurso tramposo y mentiroso de la derecha nacionalista lo que pretende en todos los casos es usar la patria y la bandera para ocultar sus desmanes. Que el independentismo catalán, tradicionalmente de izquierdas, se haya dejado seducir por los cantos de sirena del nacionalismo burgués catalán, que es de derechas como todo nacionalismo, me sigue causando un gran dolor.

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