ORFANDAD SOCIALDEMÓCRATA

Yo en política soy un clásico y siempre me he regido por el esquema explicativo maniqueo y simplista del continuum ideológico "izquierda-derecha", ubicándome en el centro-izquierda, o sea se, en la socialdemocracia europea. Confieso, no obstante, que me entusiasmó la fugaz idea de Podemos de subvertir este esquema, la lástima es que duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio, pese a que no fui nunca parte activa de esa subversión tan atractiva, tal vez por cobardía o tal vez porque ya me pilló demasiado "viejo". Sea como fuere, lo cierto e indiscutible es que toda mi vida, o mejor dicho desde que tengo uso de razón - vale, bien, sí, de acuerdo, venga va, dejad de reír que esto es serio -, he sido socialdemócrata. De hecho atesoro el recuerdo, intenso pero tierno, del disgusto que les causé a mis padres, en paz descansen, cuando les dije que me había afiliado al PSOE. La cuestión es que uno, cuando se afilia al PSOE, no tarda en albergar serias sospechas sobre su adscripción ideológica, la del partido digo. Las dudas van creciendo como setas en otoño y al final uno no puede por menos que reconocer que la sigla S es posible que sobre o cuando menos no signifique lo que uno pensaba que significaba. Y todo se complica cuando al expresar, en la agrupación que le corresponda, uno su ideología, perfectamente homologable a cualquier movimiento socialdemócrata europeo conocido, sin estridencias ni extremismos, es más, siempre en el terreno de la moderación, termina por escuchar que algunos "compañeros" le tildan de comunista. Sin embargo, los comunistas, siempre tan ponderados y siempre exquisitos en sus expresiones, me tildan de "traidor a la clase obrera" y "vendido al capitalismo", cosa en la que tienen toda la razón, lo que es, es.

La socialdemocracia europea, que se construye teóricamente en el periodo de entreguerras, es una ideología de izquierdas, reformista y en consecuencia no revolucionaria, que en el marco del capitalismo de libre mercado (esto es conveniente tenerlo en cuenta) apuesta por transformar el sistema para disminuir las desigualdades sociales a fin de garantizar la igualdad de oportunidades y la equidad social. El objetivo final de la socialdemocracia europea, sobre todo a partir de 1945 pero también antes, no es el establecimiento de una sociedad socialista, entendida como se define desde 1917, es decir, soviética, sino el Estado del Bienestar cuyos pilares basales son tres: Estado, Mercado y Familia. Esta definición de brocha gorda incluye a todo lo que se desarrolla a la izquierda del liberalismo y a la derecha del comunismo, que es un espacio ideológico enorme en España si hacemos caso a las diferentes series cronológicas de estudios al respecto. No debería ser complicado ajustarse a la definición si un partido político aspira a representar esta corriente de la izquierda pero ni por por esas el PSOE ha sido capaz de mantenerse en estos amplios, abiertos y porosos límites ideológicos y políticos, sobre todo cuando ha tenido responsabilidades de Gobierno, que es precisamente cuando más debería haberse significado en esta ubicación de la dicotomía izquierda-derecha. Es cierto que Podemos apareció como la fuerza política que podría rescatar de su orfandad a las masas socialdemócratas pero la realidad es que tras la alharaca inicial todo ha quedado en fuegos de artificio y pronto se reveló que la formación de Pablo Iglesias se ubicaba en el extremo izquierdo del continuo, muy lejos de la socialdemocracia. Cosa que, ojo, es muy legítima, pero no me representa, al menos no como socialdemócrata. También durante un fugaz instante, Ciudadanos se presentó al electorado como un partido de centro izquierda pero también enseguida se vio que esto era una engañifa y en un par de congresos pusieron las cartas boca arriba sobre la mesa para abrazar con delectación el liberalismo conservador, que siempre fue su lugar. No les puedo ocultar que, en efecto, ha habido algunos nobles e infructuosos intentos de resucitar a la socialdemocracia española con la creación de partidos cuyo ideario plasmaba con fidelidad esos principios pero, claro, tras la muerte y conveniente entierro de Dios a ustedes les ha dado por arrojarse a los brazos del Amado Líder correspondiente - no tienen remedio ni lo quieren tener - y así es imposible medrar en política. Y, para cerrar el argumento, debo reconocer que hay otras opciones, de carácter territorial más reducido, que pudieran darle aire a la socialdemocracia en sus respectivos dominios pero siempre y solo en ellos, por lo que en el fondo no tienen poder de representación de la socialdemocracia española sino exclusivamente a la parte que les toque, siendo insuficiente aunque meritorio su esfuerzo.

En estos momentos, al menos en España, los socialdemócratas estamos huérfanos de partido político. Al menos quienes somos socialdemócratas independientemente de las siglas, que hay quien ha invertido el orden causal y es socialista porque está afiliado al PSOE, postura muy respetable pero que no resiste el más mínimo análisis político. Como no veo en el corto y medio plazo ninguna esperanza en el horizonte, la opción política e ideológica a elegir no puede ser muy escrupulosa. Tenemos, amigos y amigas, varias posibilidades; una, votar otra vez al PSOE con una pinza en la nariz; dos, decantarse por formaciones políticas más a la izquierda; tres, decantarse por partidos más a la derecha: y cuatro, por opciones nacionalistas, regionalistas o independentistas. Siempre pensando que a largo plazo a alguien le dará lo suficiente como para montar un partido socialdemócrata en España que nos permita regresar al que siempre fue nuestro sitio. En fin, os deseo a todas y todos una feliz singladura. Un abrazo socialdemócrata.

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