IZQUIERDA Y DERECHA, EL FRACASO DE LA POLÍTICA.

Hubo un momento, que duró poco tiempo - ya sabéis, queridos, el proverbio que reza: "dura poco la alegría en casa del pobre" -, en el que se alumbró un nuevo mundo y se abrió una puerta que nunca pensé que se abriría pero, como la fugaz república catalana, se esfumó en un instante. Como diría Roy Batty, un "pellejudo" en la obra maestra del cine que es "Blade Runner": "todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia". En ese glorioso pero efímero segundo cósmico, se tambaleó el paradigma dicotómico - y maniqueo - que clasifica las ideologías políticas en un contínuo definido por los dos extremos clásicos de izquierda y derecha. Apareció un nuevo paradigma, tan dicotómico y maniqueo como el anterior pero revolucionario, que postulaba redefinir el esquema, estableciendo los extremos en los novedosos conceptos de "los de arriba" y "los de abajo". Habría que haber dicho, tal vez, "los y las" pero ahora ya es irrelevante este matiz. Lo que pasa es que apenas asomó la nariz el novedoso y arriesgado intento de revolución política, la tendencia homeostática del sistema político recuperó el control, perdido en ese instante luminoso, y todo regresó a su lugar, como Dios manda. Y no solo esto sino que, como suele ocurrir siempre que una revolución fracasa, la contrarrevolución frecuentemente se pasa de frenada y lo que acaba ocurriendo es reaccionario. Los brillantes ideólogos del golpe de mano político no solo han reculado sino que, permitidme la expresión, se han institucionalizado, dejándose absorber por las fuerzas reaccionarias hasta el punto de abjurar de su veleidad revolucionaria como San Pedro, aquél sobre cuyos despojos se construyó la Iglesia Cristiana, renegó de Jesucristo cuando se las vio peludas. Aparte de lo revolucionarios de salón de té que parecen ahora aquellos que en el luminoso momento parecían un cruce de Emiliano Zapata, Ernesto "El Ché" Guevara y Vladimir Ilich Ulianov "Lenin", es más que evidente el enorme fracaso de la política cuyos perniciosos efectos aún no se dejan sentir con toda su crudeza. 

Toda una generación que, tras haberse desencantado con la política y tomar distancia con la democracia representativa, recorrió el camino de vuelta a lomos de la ilusión prometeica que anunciaba el 15M, está refugiándose de nuevo en el nihilismo del botellón, el reguetón y otras mierdas igualmente alerdantes. El problema no es tanto, que también, la existencia de vendedores de crecepelos, que siempre los ha habido y siempre los habrá, sino la de los "primos" que van y les compran el bálsamo milagroso, creyéndose sus mentiras. La "desbandá" - perdón - es, o va a ser, de tal calibre que no se la esperan los salvapatrias aficionados porque no se refleja en las encuestas demoscópicas, que son para el político moderno como La Biblia para el beato, o sea se, palabra de Dios. Y, claro, toda estampida tiene cerca un depredador que, agazapado "endelostroncos, andaiga maleza" (cosas mías), ve el momento oportuno para hacerse con su presa, aprovechando el desconcierto del "ganao". Se llama "ultraderecha" el depredador y ya va cazando los "ñuses" que se quedan rezagados o salen rebotados del rebaño, buscando escapar de la avalancha y evitar los "lacostes" azules o naranjas que esperan darse un festín en el río. Con todo, el botín va a ser muy magro porque la mayor parte de los asustadizos ungulados acabarán brincando en las suaves praderas de la abstención.  Mientras tanto, el Soviet Supremo, reunido en asamblea de notables con chalet en la sierra - lo de siempre -, ha tomado la determinación, como de costumbre por unanimidad ("a la búlgara", que decimos los antiguos), de ir a ver si seducen a lo más selecto de la senectud revolucionaria, poniendo las pensiones en el extremo de la caña, justo donde acostumbraban a ponernos la zanahoria. Lo que pasa es que la generación que corrió delante de los grises y compareció en el TOP por mor de la ley de vagos y maleantes ha tiempo que tiene decidido votar a sus vendehumos de toda la vida, que ya son como de casa.

En fin, hermosos, que lo de la vuelta de 360 grados se nos ha quedado en 361 porque a tontos no nos gana nadie.  La revolución se ha transformado en reacción; el cambio es un eslogan publicitario, como aquello de que Hacienda somos todos; y la juventud, preciado tesoro, se nos está embruteciendo a base de garrafón y sonidos tribales. Y luego querréis cobrar pensión,  pájaros. 

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