LA PATRIA Y EL PUEBLO
La patria es una voraz devoradora de patriotas, que se zampa vuelta y vuelta, en su jugo, por docenas como si fueran quicos. La estatua a la Madre Patria en Volgogrado (antes Stalingrado) parece decir al visitante: "¡dame tu carne, que tengo hambre!". Además, tanto para su advenimiento como para su manutención se requieren ingentes cantidades de ellos porque la Madre Patria exige sacrificios a su amantísimo pueblo. Del pueblo es de donde surgen los patriotas, el alimento de las patrias, cuyas penurias y sobre todo su sangre son su sustento. El pueblo, amigos, somos todos, independientemente de si son ustedes patriotas, cada uno en su grado, o como yo son una panda de traidores, escoria, desecho de tienta, basura, a la que se la suda por delante y por detrás la patria, la bandera y toda la pesca. No obstante, el concepto pueblo, como el de la patria, es ambiguo porque sus límites no están claros; tan pueblo debería ser el rey como el último inmigrante irregular llegado en patera en este mismo instante, si nos atenemos a la definición amplia del término, pero como pueden ustedes ver a poco que indaguen, según para quién pueblo incluye a unas u otras personas y excluye al resto. Y pese a todos los sacrificios que asumimos a pachas los patriotas y la morralla social, la patria es una invención humana, es decir, no existe. A la patria no se le puede dar una hostia, ni se le puede besar, ni abrazar, ni amamantar, ni se puede mantener relaciones sexuales con ella, que a más de uno y de una ya le gustaría. Sin embargo, todo el mundo, el pueblo, desde el rey hasta el subsahariano que acaba de bajar de la patera, la ve, la oye, la puede incluso tocar, y la siente como muy real, casi con entidad física, como algo natural y preexistente. Tal es nuestro delirio.
Los partidos políticos, todos, sin excepción, nos hablan de la patria, cada uno con la suya o por lo menos con su propia idea de patria. Hay políticos que elaboran discursos en los que tratan de convencernos de que la patria es esto o aquello, incluso algunos tratan de forzar la idea para que se nos presente como más amable, pero todos ellos persiguen la misma finalidad, que les demos nuestras carnes morenas para que las ofrenden a la madre patria en comunión de destino en lo universal. Lo que pasa es que no hay contraprestación porque nunca la ha habido. Os lo dejó clarinete aquel famoso Presidente estadounidense, asesinado en un famoso atentado - porque en los USA todo es famoso -, un tal John F. Kennedy: "No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país", pues eso. En realidad es absurdo pedirle a un constructo social que dé algo; es mucho más racional pedirle a un olmo que nos dé una cosecha de peras que inquirirle a la madre patria por una recompensa a nuestros desvelos. Eso sí, el hecho de que los políticos españoles insistan en meter la patria, alguno con calzador, en su discurso indica que el invento todavía funciona y sacar a pasearla como al perrico por la mañana para que mee en los alcorques, da rédito. La patria tiene buena venta porque hay buena demanda. Compramos la idea de patria como si fuera jamón de bellota, le pedimos cuarta y mitad al tendero porque tenemos invitados a comer hoy, nos pone jamón cocido de marca blanca, que es la mitad puré de patata y la otra carne de gorrino viejo, le pagamos a euros de vellón y luego, cuando veamos que el tendero nos ha tangado iremos a reclamar a la Oficina del Consumidor, que estará cerrada por falta de personal y de presupuesto porque es chachi-guay-piruli reducir la Administración y putear al funcionariado. Porque, insisto, la patria es un invento de los poderosos para marcar territorio, mear en las esquinas que ellos llaman eufemísticamente "fronteras" a fin de evitar que otro poderoso les invada los dominios, saquear a los habitantes que han estabulado y echarle de comer patriotas frescos todos los días, no sea que se les muera el animalico, la gallina de los huevos de oro. A nosotros, la ciudadanía, eso que algunos profetas de la cornucopia universal llaman alegremente "el pueblo", que no es Villatortas de Enmedio sino otro invento de otros poderosos, estos disfrazados de lumpenproletariado para dar pena, con el mismo propósito y los mismos efectos, nos dan las cosas hechas y la bandera pintada para que no tengamos que pensar mucho no sea que nos cosquemos de la mandanga. Y allá vamos, con nuestra bandera, que es como el culo porque cada uno tiene la suya y la usa para lo mismo, camino al establo desde donde el profeta, el poderoso, el amado líder, llámenlo como quieran, nos irá sacando uno uno, tras convertirnos en buenos patriotas, para sacrificarnos y echarle nuestros despojos sanguinolientos a la Madre Patria a fin de tenerla bien alimentada, hermosa, gordica, sanota.
Todo por la Patria, reza la leyenda en la puerta de los cuarteles de la Guardia Civil, que es un cuerpo militar, anunciando el Apocalipsis. Deberíamos ponerlo también en los portales de nuestras casas, en las alfombrillas de los rellanos, en los edificios de las ciudades, en la puerta de los ayuntamientos y hasta en las catedrales, para que no se nos olvide el propósito de nuestra puta vida y miserable existencia: servir de alimento a la Madre Patria. No se preocupen, no tienen porqué, no se les paga para pensar, vivan su vida alegre y despreocupadamente, como los corderos en sus establos, que ya les llegará su turno. Y chillen, chillen mucho, porque cuando dejen de chillar o cuando dejen de oír chillar a los otros corderos es que a aquellos ya les han concedido el honor de servirle de almuerzo a la patria y pongan sus barbas a remojo ¿Han dejado de chillar los corderos, Clarice?
Todo por la Patria, reza la leyenda en la puerta de los cuarteles de la Guardia Civil, que es un cuerpo militar, anunciando el Apocalipsis. Deberíamos ponerlo también en los portales de nuestras casas, en las alfombrillas de los rellanos, en los edificios de las ciudades, en la puerta de los ayuntamientos y hasta en las catedrales, para que no se nos olvide el propósito de nuestra puta vida y miserable existencia: servir de alimento a la Madre Patria. No se preocupen, no tienen porqué, no se les paga para pensar, vivan su vida alegre y despreocupadamente, como los corderos en sus establos, que ya les llegará su turno. Y chillen, chillen mucho, porque cuando dejen de chillar o cuando dejen de oír chillar a los otros corderos es que a aquellos ya les han concedido el honor de servirle de almuerzo a la patria y pongan sus barbas a remojo ¿Han dejado de chillar los corderos, Clarice?

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