LA IZQUIERDA CUMBAYÁ

Enredada siempre entre algas, maraña contra los dedos (Sirena Varada, Héroes del Silencio, Álbum El Espíritu del Vino, 1993), la izquierda cumbayá (así la bautizan los inefables Edu Galán y Darío Adanti en la revista Mongolia) camina inexorable, derrota tras derrota hasta la victoria final, hacia el abismo de la anomia. Su máximo representante, Pablo Iglesias Turrión, el amado líder que puso su rostro en la papeleta electoral del partido, o el movimiento, o el partido-movimiento como La Falange de Primo de Rivera, es el liquidador de esa izquierda que nació en el PCE, se reprodujo en IU y va a morir en Podemos. El partido complutense, fundado por la alegre muchachada madrileña de la facultad de ciencias políticas ha terminado siendo una S.L. del matrimonio galapagueño que consumido por el síndrome de Hybris ha ido purgando la disidencia y rodeándose de culitiernos, abrazafarolas y palanganeros. De esos polvos estos lodos, la ruina electoral que avanza inmisericorde por toda España, incluso en aquellos territorios en los que las "confluencias" fueron hegemónicas (es una risión esto), ha estrechado tanto el cerco que el himno de campaña electoral de Podemos es el canto del cisne. Es posible que todo esto sea la crónica de una muerte anunciada y tenga razón un amigo mío que lleva años diciendo que en el logo del partido iglesiensemonteril está la pista más importante sobre su futuro ya que como dice él si se fijan es una serie de intentos infructuosos de hacer la o con un canuto.

La izquierda cumbayá es laclausiana o, mejor dicho, los propietarios de la S.L. son laclausianos y a esta secta han arrastrado a toda su organización en una manifestación palmaria del viejo proverbio hispánico que reza: "la maté porque era mía".  Ustedes, que son personas leídas, es probable que nunca hayan oído hablar de Ernesto Laclau porque es un cantamañanas, un feriante que vende crecepelo a incautos, que les ha comido la poca cabeza que les quedaba con sus delirantes tesis sobre la performación, la hegemonía y el populismo ¿Se acuerdan ustedes de aquel galimatías ininteligible que publicó en Twitter el inefable Íñigo Errejón sobre la hegemonía? No, pero no pasa nada, yo sí, aquí está: "La hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación-apertura". Es sólo un breve destello del intenso fulgor del crecepelo laclausiano que alumbra ahora al matrimonio galapagueño que condenó al ostracismo al propio Errejón, echándolo a cajas destempladas del partido que ayudó a fundar por su herejía en el II y penúltimo congreso de la formación morada. En fin, que merced a Laclau lo que empezó siendo una propuesta política interesante que abría la posibilidad de trascender el tradicional eje explicativo de la política española en la dicotomía izquierda-derecha para pasar a una fresca y novedosa de abajo-arriba, que ponía de relieve a la ciudadanía por encima de las ideologías clásicas, ha terminado convertido en una performance performativa de camino a ninguna parte.

Aquel Podemos que se arrogó la representación del 15M, pese a que el lema "no nos representan" debió de darles alguna pista, y que en esos primeros momentos, allá por 2014, intentó ser asambleario o asambleísta a través de los círculos, se ha convertido en algo más de un lustro en un partido político de corte cesarista, vertical y tan alejado de los círculos que estos carecen de toda función. En definitiva, Podemos ha envejecido mucho y muy rápido, tanto que en este momento es un partido más viejo que los clásicos. El matrimonio Iglesias-Montero es propietario de la empresa Podemos S.L, cosa que ha conseguido usando un método muy caro a la izquierda verdadera, la purga, mediante el que se ha llevado por delante a toda la disidencia. Además, de la mano de Juan Carlos Monedero, el verdadero padre intelectual de la criatura, Podemos ha importado el populismo latinoamericano de raigambre peronista y lo ha mezclado con los delirantes postulados laclausianos para conformar un palimpsesto ideológico en el que han asfixiado a los restos del eurocomunismo, que agonizaba previamente y que quiso ver en el barco podemita la tabla de salvación a la que agarrarse como clavo ardiendo. Tampoco es que vaya a llorar pero me da cosica ver al PCE reducido a tan penosa circunstancia. 

El principio de Hanlon dice que: "no es aconsejable atribuir a la mala fé lo que puede explicarse por la estupidez" y como yo soy marxista, pero de Groucho, y me aplico el dogma grouchiano de: "a veces es mejor permanecer callado y parecer idiota que hablar y despejar todas las dudas definitivamente", vamos a dejarlo aquí. 


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