¡SE SIENTEN, COÑO!

Hoy es 23 de febrero, para la mayoría de la muchachada es un día más para dedicarlo a embrutecerse jugando al Fortnite o seguir a algún youtuber andorrano que elude pagar impuestos en España para que la sanidad y la educación te la financies tú, jugando a videojuegos. Pero para las personas que ya tenemos una edad, que es un eufemismo de “viejos que se niegan a admitirlo”, en esta fecha rememoramos otro golpe de estado fallido, y ya van unos cuantos, de nuestro estamento militar. En sus buenos tiempos a estos ejercicios gimnásticos, estas maniobras militares, se les llamaba “pronunciamientos” porque siempre había un general, o varios, que se pronunciaban por una cosa u otra, dependiendo del signo de los tiempos; a veces se pronunciaban a caballo, otras a pie y en otras iban montados en tanques, según soplara el viento, pero siempre se pronunciaban por el mismo motivo, devolverle los privilegios a los poderosos y consagrar al anatema a la democracia. Total que el 23 de febrero de 1981, unos generales se sublevaron contra la democracia y un teniente coronel de la Guardia Civil se pronunció en el Congreso de los Diputados, legando una de las frases lapidarias más reveladoras de la enjundia del proyecto de golpe de estado y en general por extensión de todo su estamento, casta o rancio abolengo: “¡Se sienten, coño!”. En esa escueta sentencia se condensa todo el espíritu de una época, de una época muerta y enterrada pero de una época al fin y al cabo.

Yo tenía 10 años cuando los tanques desfilaron por la avenida del Cid de València, qué mejor lugar para el desfile de unos tanques golpistas que esa calle y esa ciudad, causando el terror entre la población civil de buena voluntad pero alborozo entre la morralla y el desecho de tienta, que aventaba la segunda venida de Franco, esta vez en forma de episodio de The Walking Dead, para salvar a esa España que habíamos sepultado en 1975. Sorprendentemente para mí ese día lo viví con cierta felicidad porque no había colegio y ya saben que los niños viven (vivíamos) en la contingencia, en una estructura espacio-temporal etérea e inaprehensible, aunque no muy alegre porque no “echaban” dibujitos en la tele sino horribles músicas de marchas militares y otras zarandajas inútiles. En ese momento no fui consciente de lo que nos estábamos jugando en el envite pero ahora sí, en ese instante la joven democracia española que, pese al relato fantástico de una transición pacífica y aséptica, costó sangre, sudor y lágrimas vio tambalearse sus tiernos cimientos. El fantasma de la involución, del regreso a una dictadura que pretendíamos haber dejado atrás, se materializó en forma de señor con bigote y tricornio, muy enfadado, que empuñaba un arma en la sede de la soberanía nacional para recordarnos que la democracia se ha de defender siempre palmo a palmo y diariamente. La democracia, que para varias generaciones es “el estado natural de las cosas” porque no han conocido otro sistema, ni siquiera en los libros de texto porque en la educación obligatoria esto no se aborda (ni los libros tampoco), es un accidente, una providencia del destino, algo que se mantiene “mientras cobre” y además es muy frágil. La democracia estuvo en peligro el 23 de febrero de 1981 y lo está hoy, por las mismas razones y por los mismos enemigos, de hecho la democracia siempre está en peligro, esto es algo que debería grabarse a fuego en el frontispicio de cada casa, de cada edificio y de cada cuartel de la Guardia Civil. Y hay que defenderla porque la democracia es lo que nos separa de la arbitrariedad del totalitarismo, del de derechas y del de izquierdas, de los fusilamientos, de los juicios sumarísimos, de la ley de vagos y maleantes, del TOP (Tribunal de Orden Público), de los campos de concentración, de la ausencia de derechos, de la falta de tutela judicial efectiva, en definitiva, la democracia es la posibilidad de llevar una vida plena de acuerdo a los principios propios y no de acuerdo a los principios de un general. Por eso me irrita tanto que determinados autodenominados periodistas se tomen a chunga este acontecimiento de nuestra Historia reciente, perpetrando vodeviles bufos para solaz deleite de su audiencia, por lo demás aherrojada por la estulticia. La muchachada no ha entendido nada de esta frase, así que se la traduzco al "román paladino": que sois tontos de baba, que os meten el totalitarismo por el culo sin vaselina y no sólo no os quejáis sino que pedís más.

La democracia no es de izquierdas ni de derechas, es de todo el mundo, de la ciudadanía, de las personas. En democracia cabemos todos, en la dictadura hay 26 millones de hijos de puta que no cabemos y que pretenden fusilarnos para evitar que ensuciemos su España; poca broma que esto ya lo hicieron en 1936 y acabaron en 1975 porque se les traspasó el hijo de puta que los acaudillaba, que si no aún estaban fusilando. Cuidadito con banalizar al fascismo, a la ultraderecha y a los enemigos de la democracia, que hay muchos y son peligrosos, porque el mayor error que podemos cometer en esta contienda, porque esto es una guerra, es menospreciar y minusvalorar al enemigo. Si bajamos la guardia volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y colgarán otras cosas, nos colgarán. Por eso es conveniente no olvidar nuestra Historia, borrando sus vestigios, porque ya saben que los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla, y qué quieren que les diga, no me veo con ánimos de repetir.

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