OPERACIÓN GABILONDO

A estas alturas de la película somos todos conscientes de que Pedro Sánchez no tiene una flor en el culo sino todo un invernadero en el que cría múltiples especies pero todo en esta vida tiene un límite y la suerte del Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE no va a durar para siempre. Las fallidas mociones de censura en Murcia y en Castilla y León, que pretendían arrebatarle al PP el gobierno de ambas Comunidades Autónomas con la ayuda de Ciudadanos - estando el partido naranja como está ya se veía que la cosa no iba a acabar bien, pero la proverbial suerte de Sánchez hacía creer en el milagro - deberían haber encendido todas las luces rojas en Moncloa. Sin embargo, lejos de amilanarse ante los caprichos de los elementos, Pedro Sánchez es un hombre que se crece ante la adversidad, curtido en duras batallas políticas y que ha hecho callo ante tanta puñalada trapera a traición, por lo que se ha lanzado nuevamente al ruedo sin muleta ni estoque para enfrentarse a un miura enfurecido. Además, para incrementar la sensación de inminente catástrofe, ha elegido como diestro matador a Ángel Gabilondo, un señor que pretende domar al toro explicándole "La Crítica de La Razón Instrumental". La última vez que Sánchez recibió "a puerta gayola" a un morlaco de similares hechuras en 2017 y en la sede de Ferraz (perdónenme los fans de Susana Díaz por tan desafortunada metáfora taurina) fue este último el que mordió el polvo contra todo pronóstico pero en esta ocasión, tal vez de nuevo, pintan bastos. Resulta cuando menos sorprendente que  Gabilondo, la apuesta del PSOE para las autonómicas madrileñas, se autodefina como "soso, serio y formal" en medio de una campaña dominada por la polarización, el histrionismo y la batalla fangal. Para rematarlo y demostrar cuán alejado está de la realidad, Ángel Gabilondo ha explicado en un conocido programa de La Sexta cuál es su estrategia para gobernar en Madrid tras las elecciones autonómicas, agárrense a las orejas del sillón: "formar gobierno con Más Madrid y Ciudadanos". Insistiendo en que de Podemos no quiere saber nada porque no quiere tener nada que ver con el peligrosísimo extremista bolchevique, bolivariano y moñudo Pablo Iglesias. El mismo discurso que firmarían con una sonrisa Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal al alimón. Cualquiera pensaría que es imposible ganar una maratón tras dispararse un tiro en el pie, máxime cuando el corredor se ha volado ambos pinreles, pero Pedro Sánchez apela a la heroica y espera que le crezcan de nuevo las rosas en las posaderas.

Parece evidente que en la operación Gabilondo subyacen dos tendencias paralelos, perdón, paralelas: una, el claro desplazamiento del PSOE al centro con la intención de rascar algún voto de la desbandada de votantes que huye de Ciudadanos; y, por otro, que Ángel Gabilondo está de paso, con la cabeza puesta en su futuro cargo - probablemente Defensor del Pueblo - y está en plan "para lo que me queda en el convento ...". En cuanto a la primera, el desplazamiento al centro para buscar recoger los votantes que pierde Ciudadanos, Pedro Sánchez - o deberíamos decir Iván Redondo si hemos de ser rigurosos - o no ha calculado bien o no ha tenido en cuenta la teoría gallinácea, que popularizó el cómico José Mota y que reza así: "las gallinas que entran por las que salen". El magro botín que puede conseguir el PSOE desplazándose, aún más, a la derecha no se compensa con el boquete bajo la línea de flotación que supone el trasvase de votantes por la izquierda a otras opciones políticas o a la abstención. Hay que tener en cuenta que sociológicamente el votante de Ciudadanos en Madrid está más próximo a Vox que al PSOE y que ante el hundimiento del buque naranja el grueso de sus votantes se va a dejar mecer suavemente por los fornidos brazos verdes del neofalangismo, mientras la parte digamos más progresista que todavía escuchaba la orquesta, pensando que no se estaban hundiendo, se va a instalar cómodamente en Génova, 13 o donde tenga ahora el PP la cueva de Alí-Babá. Los cuatro gatos que vivieron engañados, pensando que Ciudadanos era un partido socialdemócrata, ha tiempo que camparon por sus reales y andan por el mundo como Facundo. Y en cuanto a la segunda, es lógico suponer que le han dicho, por un poner un tal Redondo, a Gabilondo que a ver si les hace el favor de encabezar la candidatura en Madrid porque no encuentran otro pardillo al que endosarle el marronaco le dan una salida honorable en el sillón del Defensor del Pueblo, que es un trabajo soso, serio y formal, como le gustan las cosas al monje corazonista filósofo y donostiarra, por ese orden, o esa orden. Y, claro, el hermano Ángel tiene escaso interés en ganar o perder las elecciones porque tan alta vida espera que tiene la cabeza puesta en el 5 de mayo y no en el 4, por lo que va a calzón quitado, sin pararse en sutilezas, expresándose sin cortapisas y en esto le sobra el del moño y sus performances performativas en la pista central. De ahí que en un momento surrealista con tintes valleinclanescos, el monje filósofo le dijera a Antonio García Ferreras que: "Planteadas las cosas como están planteadas, yo no digo a Podemos. Yo no quiero confrontación y extremismo", que no sabemos si tiene una lectura kierkegardiana, que habla como Yoda, como Mariano Rajoy o que los nervios le han traicionado y ha mezclado palabras al tuntún. Y las cuentas no salen para cuadrar la caja con Más Madrid, el partido que antes era de Errejón y ahora es de Mónica García, y Ciudadanos, más que nada porque lo más probable es que no haya Ciudadanos en la Asamblea y PSOE junto a Más Madrid no se acerquen ni de lejos a la mayoría absoluta, por lo que Gabilondo tendría en su caso que contar con el Moños sí o sí, incumpliendo su palabra. Sea como fuere, lo cierto es que se ciernen negros nubarrones, que amenazan tormenta, en el horizonte electoral del PSOE; un terremoto con epicentro en Madrid que puede tener consecuencias catastróficas a medio y largo plazo.

Que el PSOE presente en Madrid a un candidato plano, un sinsangre, empeñado en ofrecer un perfil bajo que no es que no vaya a movilizar a su electorado es que lo va a fosilizar, en medio de una campaña bronca y polarizada que pretende - y va a conseguir - justo lo contrario, movilizar a los electorados propios, es un suicidio político en toda regla. Además, hay que tener presente que los dos años transcurridos en la oposición al gobierno de Ayuso y Aguado con Vox en la sombra han sido inanes o han pasado desapercibidos, cundiendo la sensación de que el PSOE no estaba ni se le esperaba y que Gabilondo estaba desaparecido o dormitando, y esto desde luego no ayuda. La razón por la que el PSOE del duo Sánchez/Redondo ha decidido arrojar la toalla en Madrid y hacer dejación de funciones para que Ayuso se lleve el gato al agua y Vox al gobierno de la Comunidad, máxime teniendo en cuenta los grandes éxitos de las mociones de censura en Murcia y Castilla y León, la falta de un resultado positivo y que es el momento para darle un disgusto a las derechas, arrebatándoles la joya de la Corona, es un sindiós que no acabo de entender. Tal vez Redondo haya dado Madrid por perdido y pretenda hacer como el PP con Catalunya, tenerlo ahí para llorar por las esquinas como la zarzamora o que a Sánchez ya se la sude todo y esté pensando más en irse de conferencias con Pablo Iglesias, como hacen Felipe González y Aznar. O tal vez es que no me de la neurona que tengo sana para interpretar correctamente lo que está pasando. Veremos en breve qué pasa.

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