OTRA VEZ EL 8M.

El 8 de marzo se celebra el día internacional de la mujer. Esto puede parecer, así sin contexto, una perogrullada que suelto de esta manera porque me falta un “regón” pero aunque les parezca inconcebible esto hay que repetirlo todos los 8 de marzo porque una parte de nuestra sociedad, afortunadamente muy pequeña, tiene dificultades de comprensión lectora o de comprensión a secas. No sé si sería conveniente que la OMS se pronunciara al respecto, por si estamos ante una enfermedad, un trastorno mental o qué sé yo, que no soy médico. O tal vez sea otra pandemia porque parece que es contagiosa. Y digo que posiblemente sea una pandemia porque he tenido constancia de que hay brotes, algunos de ellos de gran persistencia, incidencia y prevalencia, en todos los rincones del planeta donde hay seres humanos. Igual las “autoridades sanitarias” no se han pronunciado porque esta enfermedad, presunta, presunta enfermedad, no es mortal para el huésped ni para el afectado por ella, pero sí para las que los afectados asesinan porque sí, esto es así y alguien tenía que decirlo: el machismo mata y mata mucho. Según la ONU, cada día mueren en el mundo por violencia machista 137 mujeres. El año pasado se cerró con 45 mujeres asesinadas por esta causa y hasta el 14 de febrero se han contabilizado en España 10 asesinatos de mujeres por violencia machista. Ya me dirán si hemos de considerar esto una pandemia o una plaga pero algo tendremos que hacer.

El ser humano es sexualmente dimórfico, esto quiere decir que la humanidad tiene dos sexos, macho y hembra. El número total de individuos se divide “a pachas” entre los dos sexos de manera que al final queda “cuenta por paga” la mitad de machos y la mitad de hembras, salvo en México (esto es un chiste), que son todos muy machos. Esto quiere decir, porque también hay que decirlo para que esa exigua parte de nuestra sociedad con problemas intelectuales lo pille, que las mujeres no son “un colectivo”, son la mitad de la población. Y que se celebre el día internacional de la mujer debería dar una pista de la situación en que se encuentra la mitad de la población en todos los países del mundo. Es cierto, eso se lo voy a conceder, que como todo tiene un día asignado para la celebración internacional de lo suyo, al final acaban por desvirtuarse las cosas, pero no todo es susceptible de comparación. En todo caso, que tengamos que “celebrar” el día internacional de la mitad de las personas que habitan este planeta es porque esa mitad está discriminada, sufre violencia estructural y desigualdad social por causa del sexo. Se lo simplifico para que algún cabezahueca lo asimile, el resto, las personas normales, no hagáis caso a lo siguiente: a un hombre lo pueden matar por ser un hijoputa, deberle dinero a la mafia o al cártel de la droga, haberse involucrado en un tiroteo – balacera es una palabra que me gusta más – o por una situación de violencia generalizada, como una guerra por ejemplo, pero jamás morirá por la razón de ser hombre, pues esto les pasa a las mujeres, que son asesinadas por el mero hecho de ser mujer. Esto es lo que llamamos “violencia machista”, cuando un hombre ejerce violencia sobre una mujer por el hecho de serlo. Oigo en lontananza el ruido que hacen las cabezas huecas al estallar.

Una cosa que hay que dejar clara, porque a veces se confunden – en ocasiones a propósito – los términos, es que las mujeres no son seres de luz adornadas por todas las virtudes cardinales y por ello superiores, ni deben ser objeto de adoración continua y permanente, son seres humanos con los mismos defectos y las mismas virtudes que todos los seres humanos. Un buen amigo mío de Navarrés me dijo una vez, cuando tenía el corazón roto, que: “las mujeres son personas”; un hombre sabio. El feminismo es el movimiento internacional que lucha por la igualdad entre los sexos, repito, la igualdad entre los sexos. Por eso se sigue “celebrando” el 8 de marzo, porque no hay igualdad entre los sexos, no la hay en las democracias occidentales y mucho menos en los países en vías de desarrollo, y ni te cuento en los países de carácter religioso; mención aparte merece Rusia, mención mala, claro. Digo esto porque no paro de escuchar a determinadas personas quejándose de que se celebre el día internacional de la mujer, alegan que en situación de pandemia, que mire usted qué irresponsabilidad, pero esto mismo decían hace años, cuando no había pandemia. A esta peña lo que le molesta es que las mujeres se manifiesten, exigiendo igualdad, bueno, en realidad les molesta que cualquiera se manifieste exigiendo igualdad pero les irrita sobremanera que además sean mujeres. Esto es así, existe, se llama “patriarcado”, que es otro concepto en permanente cuestionamiento.

Cada 8 de marzo la derecha, sobre todo la más ultramontana, carpetovetónica y cavernaria, alza la voz para quejarse de que las mujeres tomen la calle para reivindicar la igualdad entre los sexos. El problema que tienen no es que haya manifestaciones, bien que les parece manifestarse en contra del aborto con el fascismo y la Iglesia Católica de la mano, sino que éstas sean feministas. El problema de la derecha – y de alguna izquierda desnortada – es el feminismo porque este movimiento es la mayor revolución social que ha experimentado la humanidad desde que nuestros ancestros bajaron de los árboles y porque esta revolución mundial amenaza, y seriamente, al patriarcado, que es la estructura socio-económica que mantiene la desigualdad entre los sexos y, en consecuencia, los privilegios del sexo masculino. Este 8 de marzo no es diferente pero sí añade un factor nuevo, un asa al que agarrarse para criticar al movimiento feminista, la pandemia de SARS-CoV-2 o COVID-19, llámenlo como quieran pero tengan claro que a la derecha machista le importa un pepino la pandemia. Que, como dice la ministra de Sanidad, Carolina Darias, en este contexto epidemiológico “no ha lugar” a que se celebren manifestaciones el 8M, cosa en la que tiene toda la razón, no puede y no debe impedir que las mujeres – y los hombres que queremos la igualdad – se expresen de alguna manera en la calle, seguro que encontráis la forma. Sea como fuere, la realidad es que sigue siendo necesario que el 8 de marzo salgamos de nuevo a la calle, o a la palestra de alguna manera, porque estamos todavía lejos de la igualdad real entre mujeres y hombres.

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