OTRA VEZ EL 8M.
El ser humano es sexualmente
dimórfico, esto quiere decir que la humanidad tiene dos sexos, macho y hembra.
El número total de individuos se divide “a pachas” entre los dos sexos de
manera que al final queda “cuenta por paga” la mitad de machos y la mitad de
hembras, salvo en México (esto es un chiste), que son todos muy machos. Esto
quiere decir, porque también hay que decirlo para que esa exigua parte de
nuestra sociedad con problemas intelectuales lo pille, que las mujeres no son
“un colectivo”, son la mitad de la población. Y que se celebre el día
internacional de la mujer debería dar una pista de la situación en que se
encuentra la mitad de la población en todos los países del mundo. Es cierto,
eso se lo voy a conceder, que como todo tiene un día asignado para la
celebración internacional de lo suyo, al final acaban por desvirtuarse las
cosas, pero no todo es susceptible de comparación. En todo caso, que tengamos
que “celebrar” el día internacional de la mitad de las personas que habitan
este planeta es porque esa mitad está discriminada, sufre violencia estructural
y desigualdad social por causa del sexo. Se lo simplifico para que algún
cabezahueca lo asimile, el resto, las personas normales, no hagáis caso a lo
siguiente: a un hombre lo pueden matar por ser un hijoputa, deberle dinero a la
mafia o al cártel de la droga, haberse involucrado en un tiroteo – balacera es
una palabra que me gusta más – o por una situación de violencia generalizada,
como una guerra por ejemplo, pero jamás morirá por la razón de ser hombre, pues
esto les pasa a las mujeres, que son asesinadas por el mero hecho de ser mujer.
Esto es lo que llamamos “violencia machista”, cuando un hombre ejerce violencia
sobre una mujer por el hecho de serlo. Oigo en lontananza el ruido que hacen
las cabezas huecas al estallar.
Una cosa que hay que dejar clara,
porque a veces se confunden – en ocasiones a propósito – los términos, es que
las mujeres no son seres de luz adornadas por todas las virtudes cardinales y
por ello superiores, ni deben ser objeto de adoración continua y permanente,
son seres humanos con los mismos defectos y las mismas virtudes que todos los
seres humanos. Un buen amigo mío de Navarrés me dijo una vez, cuando tenía el
corazón roto, que: “las mujeres son personas”; un hombre sabio. El feminismo es
el movimiento internacional que lucha por la igualdad entre los sexos, repito,
la igualdad entre los sexos. Por eso se sigue “celebrando” el 8 de marzo,
porque no hay igualdad entre los sexos, no la hay en las democracias
occidentales y mucho menos en los países en vías de desarrollo, y ni te cuento
en los países de carácter religioso; mención aparte merece Rusia, mención mala,
claro. Digo esto porque no paro de escuchar a determinadas personas quejándose
de que se celebre el día internacional de la mujer, alegan que en situación de
pandemia, que mire usted qué irresponsabilidad, pero esto mismo decían hace
años, cuando no había pandemia. A esta peña lo que le molesta es que las
mujeres se manifiesten, exigiendo igualdad, bueno, en realidad les molesta que
cualquiera se manifieste exigiendo igualdad pero les irrita sobremanera que
además sean mujeres. Esto es así, existe, se llama “patriarcado”, que es otro
concepto en permanente cuestionamiento.
Cada 8 de marzo la derecha, sobre
todo la más ultramontana, carpetovetónica y cavernaria, alza la voz para
quejarse de que las mujeres tomen la calle para reivindicar la igualdad entre
los sexos. El problema que tienen no es que haya manifestaciones, bien que les
parece manifestarse en contra del aborto con el fascismo y la Iglesia Católica
de la mano, sino que éstas sean feministas. El problema de la derecha – y de
alguna izquierda desnortada – es el feminismo porque este movimiento es la
mayor revolución social que ha experimentado la humanidad desde que nuestros
ancestros bajaron de los árboles y porque esta revolución mundial amenaza, y
seriamente, al patriarcado, que es la estructura socio-económica que mantiene
la desigualdad entre los sexos y, en consecuencia, los privilegios del sexo
masculino. Este 8 de marzo no es diferente pero sí añade un factor nuevo, un
asa al que agarrarse para criticar al movimiento feminista, la pandemia de
SARS-CoV-2 o COVID-19, llámenlo como quieran pero tengan claro que a la derecha
machista le importa un pepino la pandemia. Que, como dice la ministra de
Sanidad, Carolina Darias, en este contexto epidemiológico “no ha lugar” a que
se celebren manifestaciones el 8M, cosa en la que tiene toda la razón, no puede
y no debe impedir que las mujeres – y los hombres que queremos la igualdad – se
expresen de alguna manera en la calle, seguro que encontráis la forma. Sea como
fuere, la realidad es que sigue siendo necesario que el 8 de marzo salgamos de
nuevo a la calle, o a la palestra de alguna manera, porque estamos todavía
lejos de la igualdad real entre mujeres y hombres.

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