RUPTURA DEL GOBIERNO DE COALICIÓN

Se abrazaban y lloraban juntos, anunciaban el advenimiento del Paraíso en la Tierra de la mano del Gobierno más progresista de la Historia, así con mayúsculas porque la hipérbole ha de ser contundente o no ser. "Los Picapiedra", Pedro y Pablo, llegaron a formar un matrimonio político entre PSOE y Unidas Podemos, con sus peleas de pareja incluidas, pero se les ha roto el amor de tanto usarlo. Y no dirán que no se veía venir porque, como en cualquier pareja, cuando se ve que cualquier cosa que haga uno le parece al otro una afrenta es que la cosa no funciona. Una cosa es que haya ocasionalmente peleas de enamorados porque ya se sabe que "quienes se quieren, se pelean" y otra, muy distinta, es que cualquier cosa que ocurra, aunque no tenga que ver directamente con la relación, sea considerado casus belli entre los miembros de la pareja. Que si la regulación de los precios de los alquileres, que si la monarquía y el rey bribón, que si la mal llamada "ley trans", que si la ley mordaza, que si la reforma del mercado laboral, que si la niña fuma, todo es motivo de gresca entre los miembros y las miembras del Consejo de Ministros y Ministras. Pese a todo, siempre que alguien le ha preguntado al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que es quien tiene acceso al botón nuclear que disuelve las Cortes y convoca elecciones, éste ha asegurado que está "razonablemente satisfecho" del funcionamiento del Gobierno de coalición y que su voluntad es agotar la legislatura. Lo que pasa es que, y esto es una opinión personal no comprobada empíricamente, creo que nunca hubo una confianza sólida entre los miembros de la pareja política sino una conjunción de intereses que obligó a ambos a casarse en contra de sus deseos, lo que conocemos como un "matrimonio de conveniencia". Sea como fuere, todo parece indicar que hay divorcio a la vuelta de la esquina.

Pedro Sánchez, y esto no es que lo diga yo sino que lo descubrió don Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez, es el único político interesante que hay en la actualidad. El Presidente del Gobierno es el paradigma del político, guapo, inteligente y sin escrúpulos, capaz de venderle estufas a los beduinos con una sonrisa de oreja a oreja. Sánchez es un verdadero marxista - a lo mejor por eso su partido usó como lema el que rezaba: "Somos la izquierda", así, sin anestesia - pero no de Karl sino de Groucho, de los que tienen en el frontispicio la máxima marxista de: "estos son mis principios pero si no le gustan, tengo otros". Recuerden cómo el PSOE lo defenestró en un cónclave o Comité Federal de Octubre - no sé si les recuerda a algo pero por si acaso les daré una pista: 1917 -, lo echó a la puta calle de una patada en el culo y se dispuso a coronar a la Reina del Sur, avalada por los jarrones chinos del socialismo hispánico de todos los tiempos pasados, pero Pedro resurgió como ave Fénix y contra todo pronóstico, y también contra todo el stablishment de su partido, se acabó imponiendo en unas primarias en las que apeló al espíritu de la militancia y al crowdfounding. Por si no se han dado cuenta, toda esa puesta en escena fue un clásico "prometer hasta meter y una vez metido nada de lo prometido" de manual; ahora Pedro Sánchez es un "pesoísta" clásico, como Felipe González o Zapatero, y las bases cuanto más lejos mejor. En el otro lado, Pablo Iglesias, homónimo del fundador del PSOE, es un político mesiánico, populista, un peronista capaz de darle a todo el mundo por su comer y decirle que sí. Pero, en el fondo, es un dictador soviético que vendió un partido horizontal con la intención de ir verticalizándolo poco a poco a medida que iba condenando al ostracismo a cualquier incauto que osara contradecirle. Por el camino se han quedado todos los socios fundadores de Podemos, a saber: Errejón, Alegre, Bescansa, Urban, Monedero y figuras importantes como Teresa Rodríguez, su marido José María González "Kichi", Tania González (ex pareja de Pablo Iglesias) o Ramón Espinar (el de la Coca-cola) entre otros. Porque, como buen populista, las purgas son muy caras para el amado líder de Podemos y no ha dudado nunca en darle el finiquito a cualquiera que pudiera hacerle sombra en la hegemonía. Recuerden la profética frase sobre la pugna por la hegemonía laclausiana que colgó Errejón en Twitter. La próxima en morder el polvo va a ser Yolanda Díaz, la actual ministra de trabajo, que está claramente amenazando el trono que ocupa el líder del moño, tanto que estos días algún osado plumilla ha tenido la imprudencia de preguntarle si sería su sucesora a lo que el galapagueño ha respondido con un rajoyano "por qué no", al estilo de aquel mítico "pues nunca se sabe", que dijo el trotón pontevedrés. En este lado del dúo dirigente del Gobierno también triunfa la coalición por absorción, que es lo que ha hecho Podemos con IU, comérsela, deglutirla y cagarla, con la aquiescencia si no franca colaboración de Alberto Garzón, el liquidador; y luego están José Luis Centella, que es el Presidente del PCE, que ni está ni se le espera, y Enrique Santiago que está por ahí, zascandileando, como una reminiscencia de lo que fue su partido. Con estos mimbres no se podía hacer otro cesto, esto es así y hay que asumirlo como tal.

Lo más probable es que Pedro "El Guapo" de un golpe sobre la mesa en octubre, nada más recoger los banderines del XL Congreso Federal del PSOE, para convocar elecciones en noviembre y acabar el año con una mayoría en el Congreso de los Diputados que le permita darle el abrazo del oso al PP a través de una Große Koalition hispánica. Es cierto que para eso hace falta que Vox, el partido de la ultraderecha neofranquista o neofalangista española, coja aire y le dé el sorpasso al partido de Casado, con lo que no le quedaría más salida al Pablo de la derecha que lanzarse a los amorosos brazos de Pedro, cosa que no parece imposible pero aunque no se diera, bastaría con que hubiera un empate técnico entre ambos partidos de la derecha, una vez defenestrado y deglutido Ciudadanos. Con ello, el líder del PSOE se aseguraría un socio fiel y disciplinado, entregado a la causa del Gobierno y con ese "sentido de estado" que llevó a Adolfo Suárez a las más altas cotas de la miseria política. En realidad esto sería como en el caso de Alemania pero con los papeles cambiados, el PSOE asumiría el de la CDU (que tampoco le va a costar mucho, esto también es así) y el PP el del SPD (no se van a deslomar los de Casado), en una coalición estilo Merkel-Scholz, en el que Merkel se lleva los claveles y Scholz las hostias. Todos contentos y Sánchez en el Gobierno hasta que se jubile. Ustedes verán el panorama, pero es lo que hay.

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