UN HORIZONTE REPUBLICANO

El discurso de Podemos está elaborado con un lenguaje alambicado, plagado de hipérboles y muchas veces ininteligible fuera de los círculos académicos de las facultades de ciencias políticas. Recuerden aquella mítica contribución al lenguaje marxista, el de los hermanos Marx, que dejó escrita Iñigo Errejón en Twitter: "La hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación-apertura". En realidad es lenguaje laclausiano y no es un dato baladí porque, tras Mariano Rajoy y su neolengua valleinclanesca,  solo el bueno de Ernesto Laclau puede subirse a pódium de insignes intelectuales de pega que hablan jerga soplagaitas. Lo relevante es que todo este barroquismo intelectual no es casual sino causal y aquí es todavía más importante Laclau y sus tonterías sobre significados, significantes y performances  performativas varias. Y de fondo se escucha, escondido entre retruécanos y redundancias (o rebuznancias) al inefable Juan Carlos Monedero, que no sé si ayuda o estorba, o ambas cosas. Sea como fuere, en los mensajes performativos pergeñados por el núcleo irradiador galapagueño para ver si apañan la hegemonía que se disputa con los seductores aliados laterales, se ha hecho un hueco entre el lawfare y la normalidad democrática el concepto, por otra parte igual de brumoso, de horizonte republicano. Este dramático giro de guión de los morados ha descolocado a su socio de Gobierno, el PSOE, ese partido republicano que defiende la monarquía, porque la mera mención de la república, aunque sea en una boutade retórica, les causa diarrea y "se van por la pata abajo". Da igual, vayamos por partes, que diría Jack "El destripador".

En primer lugar, debemos tener claro que el horizonte por definición es inalcanzable dado que se aleja tanto y al mismo ritmo que avanzamos hacia él. El horizonte es una pareidolia, un espejismo, un trampantojo adaptativo que ha permitido a nuestra especie campear en La Tierra durante más de dos millones y medio de años, que se dice pronto. El resto de los animales no ve el horizonte, de hecho se la suda que haya o no una linde entre el cielo y la tierra porque es irrelevante para su supervivencia y por eso no se lo han creído, y también por eso no campean La Tierra, ni falta que les hace. En este contexto lo que propone exactamente el moñado líder complutense es "buscar establecer alianzas para avanzar hacia un horizonte republicano". En definitiva, lo que ordena Pablo Iglesias es que se avance hacia ese horizonte republicano, no hacia la república sino a la ensoñación de una república, que es una cosa distinta. Iglesias dice que hay que forjar alianzas previamente, aunque no dice con quién, por lo que la tarea previa, antes de empezar a andar, es ver con quién vamos a recorrer el camino. Posteriormente habrá que hablar con ese alguien, sea quien sea, para ver si le convencemos y forjamos una alianza, ojo, no sólo llegamos a un acuerdo sino que hemos de embridarnos en una simbiosis satisfactoria. Ustedes estarán pensando: “pues esto ya estaría” porque el argumento no da para más en su opinión, pero no estoy de acuerdo, sí que da, sí, ya verán.

En segundo lugar está una doble reflexión sobre la expresión y la manera de actuar del líder del partido morado: una, que desde la fundación del partido complutense sus representantes y caras visibles han utilizado un lenguaje que es jerga académica, probablemente con el fin de resaltar su formación universitaria y también como forma de hacer que su mensaje necesitara de una interpretación y un análisis para el que fuera imprescindible acudir a la fuente; y dos, que la expresión “palo y zanahoria” no es equivalente a “te doy hostias y luego el postre” sino que es una técnica de guiado de los animales de tiro consistente en atar una zanahoria al extremo de un palo y ponérsela a unos centímetros del morro del animal mientras que el guía sujeta el otro extremo del palo, de manera que el burro, el buey o el caballo crea que avanzando podrá alcanzar el tubérculo para comérselo, cosa que no ocurre nunca, porque la zanahoria es como el horizonte, materialmente imposible de alcanzar por mucho que se avance. Con esto no quiero decir que seamos asnos corriendo tras una zanahoria que jamás podremos alcanzar mientras el guía del apero de labranza se “escojona” viendo cómo vamos dando dentelladas al aire, bueno, a lo mejor sí, pero no se lo tomen a mal, no todavía.

Y en tercer lugar, porque no hay dos sin tres o eso espero, conviene tener en cuenta un aspecto más: los serios problemas que arrostra desde hace siglos el republicanismo español. Por un lado está el de la ingente cantidad de personas que se declaran republicanas pero que no lo son o, al menos, no en lo que yo entiendo como el ser republicano. Ser republicano no consiste en agitar la bandera de la segunda república como si se tratara de una garrota, a ver a quién se le puede abrir la cabeza golpeándosela con ella; ser republicano no consiste en asegurar que es más democrático elegir a un Presidente de la República que soportar a las sanguijuelas de la Casa Real; ser republicano tampoco consiste en asegurar que la república es, per se, la solución a todos los problemas pasados, presentes y futuros; y desde luego, ser republicano no es lanzarse a la loca carrera de perseguir el horizonte como un pollino desbocado. Ser republicano es tener interiorizados, asumidos y asimilados los grandes principios del republicanismo, a saber: imperio de la ley, democracia liberal (ojo al matiz, que es relevante), igualdad radical (de raíz), libertad individual (sólo las personas son titulares de derechos fundamentales, no lo son las cosas ni por supuesto los territorios) y fraternidad (la fraternidad no es el amor al prójimo sino la solidaridad, entendida como unión frente a la adversidad); y da igual los colores de la bandera, cómo se elija al Jefe del Estado - incluso si no lo hay -, y también hay que tener presente que la república es una forma de Estado no el bálsamo de Fierabrás. Y luego, para rematar, está el hecho incontrovertible y que ya se manifestó con toda su crudeza en 2014 con motivo de la abdicación del rey (sí, sí, han leído bien, la abdicación del rey, lo que estábamos esperando desde 1939), que no tenemos un plan, por no tener no tenemos ni constitución preparada para tan magna ocasión, en definitiva, somos un desastre y así no se puede, ni horizonte ni pollas en vinagre.

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