VUELVE EL BIPARTIDISMO

Normalmente cuando al escribir un artículo como éste lo encabezamos con una pregunta se trata de una pregunta retórica, es decir, una pregunta para la que tenemos una respuesta preexistente. La intención era utilizar este digamos truco retórico en este caso pero ya he llegado a una edad en la que no queda sitio para la sutileza en los discursos y no me motiva orillar el debate sino todo lo contrario, afrontarlo sin dulcificar mi postura. Evidentemente que no sólo vuelve el bipartidismo, que en realidad nunca se fue aunque es cierto que estuvo amenazado en un momento concreto, sino que se ha activado la homeostasis del sistema y empieza a centrifugar a lo bestia, sin miramientos. Esto es así en la medida en que la política en España se entiende en la dicotomía explicativa definida en el eje izquierda-derecha, que obliga a interpretar la realidad de manera bifronte sin que quepa alternativa, al menos por el momento. Y no será que no se ha intentado; Podemos – el Podemos de antes de que el matrimonio Iglesias-Montero lo convirtiera en una S.L. – planteó una alternativa a la dicotomía izquierda derecha, la que definía un eje explicativo entre “los de abajo” y “los de arriba”, o dicho de otra manera, entre lo que ellos entendían como “el pueblo” y lo que ellos entendían (pretérito imperfecto de indicativo) como “la casta”. Y Ciudadanos también lo intentó, tratando de construir un espacio político en “el centro”, despreciando a dos manos a derecha (los azules) y a izquierda (los rojos), y cabe aquí recordar ese esperpéntico y valleinclanesco discurso del nunca suficientemente llorado Albert Rivera, en el que decía que cuando iba por España de gira él no veía “rojos o azules” sino sólo españoles. Todo este lío se montó para dar un absurdo e inútil giro de 360º y acabar en el punto de partida pero sin aprender nada en el viaje.

Igual a ustedes no pero a mí me emocionó la aparición de Podemos en 2014, en aquellas memorables e irrepetibles elecciones europeas. El partido de los círculos – en ese momento los círculos eran relevantes – introducía en el espacio de la izquierda un elemento disruptivo, la construcción de un movimiento horizontal a semejanza de lo que habíamos vivido con el fenómeno 15M. Es cierto que la ilusión se diluyó como un azucarillo en aguardiente pero fue bonito mientras duró. Por el otro lado del espectro ideológico, Ciudadanos también planteó, porque era necesario en ese momento y lo sigue siendo ahora, una ruptura con el modelo de la derecha que representaba el PP, basado en la regeneración y la lucha contra la corrupción; tampoco ha funcionado. No seré yo quien entre a evaluar las causas por las que ni Podemos ni, sobre todo, Ciudadanos han conseguido no ya eliminar sino siquiera erosionar al bipartidismo, pero sí se pueden encontrar algunas pautas que resulta interesante analizar, al menos para mí. Ciudadanos se está desmoronando y lo más probable es que se haya certificado ya su defunción como partido político por dos razones fundamentales: una, que su tránsito de partido de ámbito catalán a partido de ámbito español se realizó de manera apresurada y sin tomar las debidas precauciones por lo que se convirtió en un partido de aluvión, que recogió a toda suerte de trepas y advenedizos cuya única intención era y es medrar en política porque la política era y es su único medio de vida y Ciudadanos se convirtió en su agencia de colocación, por eso cuando han venido mal dadas se han buscado las lentejas en otra agencia; y dos, porque Ciudadanos siempre ha carecido de una sólida implantación territorial, aspecto imprescindible para un partido político. El caso de Podemos es diferente, el Podemos que empezó en 2014 parecía que iba a fagocitar a IU pero ha sido al revés – mi amigo Juan me lo advirtió entonces y yo no lo creí – y en este momento Podemos en sí, como realidad política diferenciada, no existe, sólo queda IU y por eso “Unidas Podemos” se ha asentado en el techo del 10% del electorado, el que le corresponde a IU. Podemos existe ahora como “Unidas Podemos” pero en realidad es IU porque, a diferencia de Ciudadanos, el partido morado ha tenido a su servicio la implantación territorial de los de Alberto Garzón y por eso, tras la desaparición de lo que fue o quiso ser Podemos ha quedado IU y ahora ya no se distingue qué es qué.

Ninguna de las alternativas al bipartidismo ha conseguido romper la dinámica electoral que establece un sistema diseñado para la búsqueda de la estabilidad política mediante el nada desdeñable método de favorecer a los partidos mayoritarios. Es cierto que el sistema favorece el bipartidismo pero no es menos cierto que, como se ha demostrado con Podemos y Ciudadanos, todo el entramado tiene brechas que pueden aprovecharse para provocar un cambio radical. Las circunscripciones electorales provinciales; la distribución de los escaños en Congreso y Senado por provincias, estableciendo un mínimo; la dificultad que tienen los nuevos partidos y las nuevas ideas para enraizar en la España rural; y la obvia, esperable y normal resistencia de los viejos partidos a ceder terreno, cuotas de poder y sobre todo financiación son formidables barreras que sirven de dique de contención para aventureros, soñadores y por qué no decirlo, también trepas de la política. No obstante, sigue siendo posible reventar el modelo pero hay que hacerlo desde dentro, como las termitas, horadando los cimientos del sistema poco a poco sin que se los partidos clásicos se den cuenta. Tal vez es lo que esté haciendo “Más País”, el partido de Errejón, un elemento purgado por el amado líder al osar contradecirle en público, o tal vez sea otro bluff similar, que es lo más probable. Pero, en todo caso, creo que algo se está cociendo entre bambalinas que pretende amenazar el statu quo y que espero cuente con la experiencia acumulada de otros intentos. Claro que para que esto aflore falta aún más de un lustro como mínimo, porque se quiere hacer bien, me consta. Pero por el momento, el bipartidismo ha salido otra vez triunfante, veremos hasta cuándo.

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