CATALUNYA EN EL DÍA DE LA MARMOTA

Amanece, que no es poco, en Catalunya y tras las elecciones autonómicas todo sigue igual, igual de mal. El Principat vive aherrojado por el nacionalismo transversal en su ya endémico día de la marmota que inició Artur Mas en 2010, igual que inició la destrucción de CiU, de Convergència Democràtica de Catalunya i de Unió Democràtica de Catalunya al alimón, eso sí, como última deferencia a su socio le pagó una habitación en el Palace a Durán i Lleida para que desayunara en un marco acorde a su estatus social. Nobleza obliga. La deriva independentista del espacio convergente parió una nueva criatura, Junts per Catalunya, artista antes conocido como Junts Pel Sí (en esta sociedad se enredó ERC con la burguesía catalana, más de derechas que Franco, y ya no pudo salir del atolladero por la tontería del Sí al referéndum de autodestrucción o, como les gusta llamarlo a los dicharacheros vendehumos del viaje a Ítaca, de autodeterminación), que a su vez alumbró a una nueva estrella en el Olimpo indepe - en catalán, Montjuïc -, el inefable Carles Puigdemont. El hoy vecino de Waterloo, actual Bélgica, y heredero del convergentismo irredento cuyo testigo recogió de las manos del ínclito Artur Mas - Arthur Cottage en madrileño "classic version" -, es el titiritero que maneja los hilos del guiñol en que se ha convertido la política catalana. La política catalana es una entelequia inaprehensible de la M40 para dentro, como la singladura a Ítaca desde Amposta a Puigcerdà, porque los mass media hispánicos no sólo tienen la sede en Madrid, una localidad española, sino que son más madrileños que otra cosa. Ya lo dijo doña Isabel Natividad Díaz Ayuso - cuyo acrónimo es INDA, cada uno que extraiga sus propias conclusiones - en lengua de Mordor, más conocida como "lengua mariana", que: "Madrid es España dentro de España ¿Qué es Madrid si no es España?". Así las cosas, los escribidores a fuer de juntaletras de la Corte van a lo suyo, que es España dentro de España, para bruñir la patria de tanto pasarle la lengua por el culo y esto vale tanto para la derecha ultramontana como para la nueva izquierda asaltacielos, a la que también le pone palote sacar la patria a pasear, a ver si caga y mea en los alcorques no sea que le revienten los detritus dentro y lo pongan todo perdido. 

La burguesía catalana es un endemismo, a la par que una catástrofe, catalán y ha ido pasando la vida entre un amargo quejarse de la imaginaria colonización española, un ir poniendo la mano a ver si antes el franquismo y luego la democracia les pagaba el impuesto revolucionario para evitar que se enredaran en sus devaneos levantiscos, y también iban fomentando el sector inmobiliario para ponerles pisos a las queridas e inaugurar "moblets" (en Barcelona, los "moblets" son prostíbulos para ricos y su característica más destacada es que no tienen puerta de acceso a pie de calle sino que está dentro y sólo se puede llegar a ella en coche, ya tú sabes). En estas estaban, yendo diligentemente a sus cosas y al "negoci", cuando llegó Mas a joderlo todo con sus tonterías independentistas, los enredó en sus delirios patrióticos o soberanistas, como quieran llamarlos, y los arrastró a un callejón sin salida: o abrazaban la causa o bajaban la persiana y, claro, "la pela és la pela". Así las cosas, todo fue bien, entre payasada y payasada, mientras iba ganando las elecciones Junts y la izquierda independentista iba tragando con los tijeretazos al presupuesto que pergeñaban los convergentes, hasta que Puigdemont proclamó, al alimón con Junqueras, la república catalana de los 8 segundos. Oriol dio con sus huesos en presidio y Carles salió para Waterloo a fin de internacionalizar el conflicto (sic) desde una mansión full equip y en régimen de todo incluido. Aquí se empezó a fastidiar el asunto pero se siguió construyendo las estructuras de un estado ficticio que sólo servía como patada a seguir para el independentismo mientras ganaban tiempo a ver si por alguna de aquellas el Gobierno de España hacía alguna idiotez pero en estas M. Rajoy perdió la moción de censura que le planteó Mr. Handsome y perdieron toda esperanza. Para colmo, en las últimas elecciones autonómicas - que ya de por sí es un insulto para los patriotas catalanes que las elecciones sean autonómicas - va y resulta que el partido independentista más votado fue ERC y no Junts porque se ve que los catalanes votaron mal o fueron engañados (Emosido Engañado), lo que mejor le venga al relato. Si hubiera ganado Junts, que es lo que tocaba si los catalanes hubieran votado bien, a estas alturas ya habría un "Govern per la independència" y Puigdemont tendría chófer y secretaria en Pedralbes, y aquí paz y allá gloria. Pero ganó el desarrapado de Pere Aragonés, ese triste remedo de Junqueras, y Puigdemont, que a diferencia del encarcelado líder de ERC sí que maneja los hilos - Junts per Catalunya podría llamarse sin problemas serios "Junts per Puigdemont" - de su formación política, eso sí desde Waterloo, como tiene la necesidad perentoria de sufragar los gastos que le ocasiona su ardua labor para internacionalizar el conflicto no puede quedarse fuera del reparto de cargos y fondos por lo que no es posible un acuerdo de gobierno sin contar con el amado líder en el exilio. De ahí que, contra todo pronóstico, ERC y Junts - porque la CUP sí que ha llegado a un acuerdo en tiempo exprés dado su sistema de funcionamiento para la toma de decisiones - todavía no han llegado a un acuerdo de gobierno para seguir hundiendo Catalunya en el cenagal de la independencia.

La Catalunya de CiU, el partido que pactaba a diestra y siniestra sin más horizonte que el enriquecimiento propio, el de la familia Pujol y el Banco Andorrano, a pachas, era una región próspera que llegó a ser denominada "la locomotora económica de España". A Jordi Pujol, el padre padrone, no le molestaba España, ni le robaba - bueno, era más bien al revés - nada sino que le daba todo y además podía presentarse ante su electorado, o pueblo, o primos, con el discurso de que se iba a Madrid a rascar financiación para lo suyo, o sea el legado del Avi Florenci, y algo caía también para el resto de catalanes. El nacionalismo de Pujol era un nacionalismo económico y así lo reflejó un día el Yoda catalán cuando dijo con su desparpajo habitual que: "catalán es todo aquél que vive y trabaja en Catalunya". Los partidos políticos nacionalistas catalanes en la actualidad han derivado a un nacionalismo étnico y cultural, en busca de Ítaca y no de Andorra, que además ya está encontrada, muy excluyente y profundamente antiespañol. No les preocupa el dinero, ni el bienestar de sus ciudadanos "el poble" - de hecho los gobiernos independentistas tienen el dudoso honor de haber implementado las políticas económicas más neoliberales del momento en España y en Europa -, sólo les importa el poder. El nacionalismo étnico-cultural de Junts, ERC y la CUP tiene como único objetivo ponerle fronteras a su condominio para llevar a cabo las políticas extractoras coloniales que llevan en su programa político porque ya está bien que "Espanya ens robi" ahora es necesario que a los catalanes les roben los suyos para hacer nuevos depósitos en la cuenta ya abultada de por sí del "legado del Avi Florenci". Vanpiro esiten.

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