CAMBIO DE CICLO
Están las derechas españolas de fiesta porque van ganando en las encuestas, incluso en el CIS (que hasta hace poco era de Tezanos) debido a que el PP recoge los restos del naufragio de Ciudadanos. La afición de estribor se ve ya en Moncloa aunque todavía no tienen claro el inquilino o inquilina (o inquiline, que diría Irene Montero) habida cuenta de que Pablo Casado posiblemente no se coma el turrón siendo el líder incorrupto de la CEDA porque vienen pidiendo paso Feijoo en Galicia y Ayuso en Madrid. Además, tanto la fanzone de la gaviota, perdón el charrán, como la alegre y dicharachera muchachada ultraderechista tienen claro a estas alturas que si hay un Gobierno de derechas será de coalición y ahí VOX tiene casi todo a ganar. En realidad los dirigentes de VOX tienen claro que su nicho electoral tiene el techo en el 10% del electorado al menos mientras sigan identificando su target electoral en el percentil entrando al fondo a la derecha, cosa que estoy convencido de que cambiará más pronto que tarde. Sin embargo no todo es vino y rosas porque entrar en el Gobierno en coalición con el PP puede ser su trampolín o el abrazo del oso ya que el PP capitalizará los aspectos positivos que pueda haber mientras tratará de desvincularse de los negativos, que intentará encalomar a su socio; por otra parte, si VOX no entrara en el Gobierno estaría dejando a su electorado en la duda de si su partido es útil para implementar su ideal de modelo social. En todo caso estamos hablando de encuestas y debemos tener en cuenta tres aspectos: uno, que las encuestas son fotografía instantánea, tipo Polaroid, que describen un momento concreto; dos, que las encuestas no son el Oráculo de Delfos, no prevén el futuro y sólo hablan del pasado; y tres, que normalmente se hacen a gusto del pagador porque ya se sabe que "quien paga, manda". Pero, lo que parece intuirse entrelíneas de los fríos datos demoscópicos es que podemos estar ante un cambio de ciclo, una basculación a la derecha de las preferencias del electorado y ante las puertas de un Gobierno de coalición entre PP y VOX.
Si como parecen indicar las encuestas que se han publicado hasta el momento, se está cociendo un cambio de orientación política en la ciudadanía, lo esperable es que haya trasferencias de voto interbloques, es decir, que votantes de izquierda pasen a serlo de la derecha. También juega un papel relevante la abstención que, se pongan como se pongan, suele cebarse más con la izquierda que con la derecha aunque no le es ajena a ninguna. Deberíamos preguntarnos, al menos desde la izquierda, por las razones que impulsan a un votante de izquierdas a votar a la derecha o a la abstención, aunque esto suponga tener que hacer autocrítica y reconocer errores para reorientar la acción política. Sí, sé que esto que digo es ciencia ficción para los partidos políticos en España pero hay que abrir las ventanas si queremos airear la casa y que desaparezcan olores a rancio. No voy a entrar aquí en la profundidad que requiere un debate que debe hacerse pausadamente pero sí quiero apuntar algunas ideas que creo que pueden aportar algo. En primer lugar, la izquierda debe considerar seriamente la necesidad de volver a ser un instrumento de la clase obrera y abandonar ciertas veleidades identitarias y no me refiero a los nacionalismos. En segundo lugar, es urgente que la izquierda use un lenguaje adecuado a la función que se le supone, dejando atrás ese alambicamiento académico ininteligible para su electorado que ha sido un endemismo en estas últimas décadas. En tercer lugar, los partidos políticos que se definen de izquierdas sería conveniente que firmaran, si quieren en secreto, un pacto de no agresión o al menos de "competencia virtuosa". En cuarto lugar, es imprescindible que la izquierda deje de estar a la defensiva y empiece a pensar en recuperar la iniciativa, dejando de estar permanentemente pendiente del retrovisor, proponiendo medidas orientadas a mejorar las condiciones materiales de existencia de la clase obrera. En quinto lugar, la izquierda ha de abandonar la estúpida idea de "gobernar para todos" y asumir, como de facto y de iure hace la derecha, que debe gobernar sobre todo para su grey. En sexto lugar, los partidos políticos de la izquierda, fundamentalmente los que se autoubican a la izquierda del PSOE, deben abandonar con urgencia la delirante tesis performativa - y en consecuencia las no menos psicóticas ideas de ese vendehumos con ínfulas que se llama Ernesto Laclau -, que no digo yo que no sea útil y hasta divertida en el teatro callejero o en el contemporáneo pero que resulta contraproducente en política. En séptimo lugar, me parece ineludible que la izquierda se aleje del elitismo clasista que se ha naturalizado como progresista sin asomo de debate previo; el currículum académico es un adorno en este contexto y no un elemento característico. En octavo lugar, la izquierda debe asumir sin necesidad de recurrir a la transversalidad ideológica ni a tener que hacer piruetas discursivas o recurrir a falacias retóricas que la pluralidad es su mayor riqueza y que huir de hiperliderazgos uniformizadores es más que una obligación. Y, por último, pero no menos importante, es que la izquierda ha de volver al municipalismo, a lo rural, a los ayuntamientos, mancomunidades y diputaciones, para que la política se haga desde los pueblos hacia el país y no al revés.
En definitiva, la izquierda o las izquierdas han de volver a sus esencias, al origen, a su naturaleza, al movimiento obrero, al internacionalismo y a entender que "la política de las pequeñas cosas" es la política de las cosas que importan. A la clase obrera no le importa nada si a su descendencia se le llama "hijos", "hijas" o "hijes"; a la clase obrera le gusta el fútbol, los toros, los mercadillos ambulantes, las verbenas, el casino (el bar del pueblo, no la casa de apuestas), las vacaciones, las fiestas populares, tener un trabajo digno con un sueldo digo y condiciones de trabajo dignas, y tomarse unas birras con la peñita guapa. La izquierda no puede perderse en identitarismos ni en performaciones laclausianas, ni puede hablar de intangibles utopías inaprehensibles, ha de estar en lo concreto de lo cotidiano, en el bar, el mercado, el tajo, la fábrica, la huerta y el corral de gallinas. El pueblo no está en las cátedras universitarias ni en los sesudos debates académicos sino en la calle, esa que la izquierda pijoprogre y chachiguaypirulidelamuertetelojuroporSnoopy ha tiempo que abandonó. Creo que sólo así volverá la izquierda al Gobierno. Veremos si alguien me escucha antes de que sea demasiado tarde.

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