DE MADRID AL CIELO
En este momento, la izquierda española está en shock y no entiende qué ha podido salir mal en las elecciones madrileñas, máxime cuando en las encuestas demoscópicas - que nunca han predicho el futuro pese a que en los medios de comunicación se nos haya vendido esta burra vieja - apuntaban a un resultado cuando menos más ajustado del que finalmente se ha producido. Es cierto que tanto Más Madrid como Unidas Podemos han experimentado una ligera alza en sus resultados si los comparamos con los obtenidos hace dos años y sobre todo en el caso de Unidas Podemos con las expectativas que tenían antes de que Pablo Iglesias acudiera al rescate pero la debacle del PSOE ha yugulado cualquier posibilidad de la bancada de babor. La respuesta a este desconcierto, que de por sí ya es parte del problema si no el problema en sí, no es sencilla, en realidad ninguna respuesta a un fenómeno social o sociológico lo es, pero sí es relativamente sencillo elaborar una tesis sólida que responda de manera coherente al desafío planteado. Resulta más que evidente que el problema de la izquierda española radica - hay que ir siempre a la raíz de los problemas - en el alejamiento de los partidos políticos "progresistas" de los intereses de la clase obrera, que han sido sustituidos por políticas identitarias. Cuando me refiero a políticas identitarias no me refiero a nacionalismos sino a que los partidos políticos de izquierdas han sublimado la clase social a los intereses de determinados colectivos, que es cierto que padecen problemáticas concretas pero que no representan más que sus integrantes y no obedecen a dinámicas de clase porque su sociología es transversal en lo que se refiere a la estructura socio-económica. Y también me refiero a que los partidos políticos de izquierdas, fundamentalmente el PSOE, cuando han tenido responsabilidades de gobierno no han implementado políticas de clase sino de Estado, es decir, transversales también. Al respecto es destacable cómo la derecha cuando gobierna lo hace por sus votantes, por los suyos, sin complejos ni remordimientos mientras que cuando lo hace la izquierda se empeña en "gobernar para todos", es decir, de nuevo a caer en el mismo pecado fundamental, la transversalidad de sus políticas y el abandono de la defensa de los intereses de clase. Por eso España es un país cuya economía está excesivamente tercializada, es decir, que depende en buena medida del sector servicios, un sector en el que la adscripción de clase es más difusa y más complicada de articular. Pongamos un ejemplo a modo de ilustración: ¿el propietario de un bar en un pueblo de Albacete que tiene contratado un camarero para los fines de semana, es clase obrera?; cuando menos suscita debate, cosa que no ocurre en una fábrica de tornillos. Si la izquierda hubiera cumplido su papel y hubiera desarrollado políticas de clase, España no sería un país de servicios sino un país industrial y como ocurre en las economías occidentales, los partidos de izquierdas tendrían claro su "target" electoral. Esto es lo que ha pasado en Madrid, que la derecha, y también la ultraderecha, ha conectado mejor con los intereses de la clase obrera que los partidos de izquierdas porque se ha centrado en lo cotidiano, en lo que preocupa a los trabajadores, es decir, en mantener su trabajo y sus condiciones materiales de existencia. Obviamente, los dos años que restan hasta las próximas elecciones autonómicas madrileñas dejarán al descubierto a qué intereses sirve la derecha madrileña, y también la española por extensión, pero por el momento ya han conseguido permanecer en el poder.
En el fondo está el hecho incontrovertible de que los votantes de derechas rentabilizan su voto porque sus condiciones materiales de existencia experimentan mejoría cuando gobiernan "los suyos" porque ejercen el poder para defender sus intereses, no para satisfacer a todo el mundo, y además lo hacen sin el más mínimo rubor. Los votantes de izquierdas, sin embargo, no obtienen rendimientos a su voto porque su vida cotidiana, sus condiciones materiales de existencia, no experimentan cambios sensibles cuando gobierna la izquierda y en este sentido tampoco cuando lo hace la derecha por lo que les resulta más complicado a los partidos de izquierdas, alejados de su función natural, movilizar a sus votantes ya que carecen de incentivos. Además, cuando gobierna la izquierda, al menos es lo que ha ocurrido hasta el momento desde 1978, los votantes de derechas tampoco resultan especialmente perjudicados y en algunos sectores, como la banca o los negocios vinculados a la Iglesia Católica, hasta salen beneficiados en algunos aspectos. Por eso, en mi humilde opinión, o la izquierda abandona las políticas identitarias para regresar a su espacio político, la defensa de los intereses de la clase obrera, o la basculación a estribor va a ser cada vez más acusada. Las elecciones autonómicas madrileñas, en este sentido, son un aviso a navegantes, veremos si los partidos políticos de izquierdas se dan por aludidos.

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