EL MILAGRO DE LOS PELOS Y LOS VOTOS
El futuro de Podemos, lo quiera ver o no la esforzada fanzone morada, está inextricablemente ligado al de Pablo Iglesias desde el momento, que nos parece prehistórico pero que es muy contemporáneo - será que se nos ha hecho largo a algunos -, en que su cara se usó como logo de la papeleta electoral de las elecciones europeas de 2014, las primeras a las que se presentó la formación morada. Vale que fue la primera performance performativa con cierto calado del líder complutense pero no me negarán que fue todo un milagro, "el milagro de los pelos y los votos", que en su primera cita electoral Podemos obtuviera 5 escaños en el Parlamento Europeo. Una gesta que hasta el momento sólo él ha protagonizado. También puede considerarse otro milagro que en las elecciones generales de 2016 no se cumpliese el pronóstico del sorpasso de Podemos al PSOE, anunciado por todas las encuestas demoscópicas incluido el CIS. Justamente, las elecciones de 2016 marcaron el punto de inflexión para el partido de Pablo Iglesias, que bien pudo haberse denominado a partir de entonces "Pudimos" o peor aún "No Pudimos". En mi humilde opinión, la causa fundamental - que no la única pero sí la más importante - de la progresiva devaluación electoral de la "máquina de guerra electoral" que diseñaron al alimón Iglesias y Errejón radica en la pérdida o el abandono consciente de la transversalidad ideológica y el descarte del nuevo paradigma explicativo "arriba-abajo" que venía a sustituir al vetusto y carpetovetónico "izquierda-derecha". Sea como fuere, el resultado final es que Podemos - ahora Unidas Podemos tras incluir o absorber a IU - se ha ubicado en el contínuo ideológico a la izquierda del PSOE y ahí su espacio electoral ronda el 10% como techo. Resulta difícil que si no cambian las cosas Podemos rompa ese techo electoral y nada parece augurar que en las próximas décadas vaya a darse esta circunstancia. La más que previsible elección de Ione Belarra, actual ministra de Derechos Sociales, como sucesora de Pablo Iglesias al frente de Podemos y la de Yolanda Díaz, actual vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, que no está afiliada a Podemos ni a IU sino sólo al PCE, como dirigente y cabeza de cartel de Unidas Podemos, apuntan a una cronificación a medio y largo plazo. Además, hay que tener en cuenta la decadencia de las confluencias, cuyos magros resultados electorales en las Comunidades Autónomas amenazan ruina y no sólo electoral, que se cierne sobre el partido morado. En esta tesitura, Pablo Iglesias ha leído muy bien la coyuntura y tras hacer un último servicio a su partido, que en justicia ha sido proverbial, se ha apartado definitivamente porque se ha dado cuenta de que era tan parte de la solución como del problema de Podemos. Pero su salida ha causado una honda sensación de orfandad en los morados porque se había generado en este lustro largo una dependencia estructural del líder de la coleta o del moño, en gran medida fomentada por él y por el síndrome de Hybris. El culto al líder y la sobreidentificación de éste con el todo hasta el punto de que en muchos aspectos resulta indistinguible el hombre del partido supone, al menos a corto y medio plazo, un problema añadido a la inevitable desmoralización que cunde entre las otrora prietas filas podemitas. El último en abandonar la nave ha sido el gran Alberto Rodríguez, conocido como "el rastas de Podemos", tal vez el signo de los tiempos o la constatación de que los símbolos capilares morados han quedado demodé.
De Pablo Iglesias, como de los muertos, se hablará mejor ahora que no es rival político que antes de su prematura, aunque esperada, defunción política. Estoy seguro de que se estudiará su trayectoria política en las Universidades no sólo de España y tal vez asome la nariz una asignatura dedicada a su obra, no lo sé, veremos. En todo caso, y creo que esto no es discutible, la figura de Pablo Iglesias Turrión ha marcado una época en la política española y ha cambiado, tal vez de manera irreversible, el sistema español. Sin duda, el legado de Iglesias perdurará en el tiempo, a lo mejor más que su partido, y quizá sus sucesores aprendan algo de sus aciertos y sobre todo de sus errores, aunque en esto tengo más dudas. En cierto momento, Pablo Iglesias le dijo a un diputado de VOX que abandonaba una comisión parlamentaria indignado y tras llamarle "comunista" que "al salir cierre la puerta"; ahora es él el que ha cerrado la puerta al salir aunque espero que abra otras puertas y que nunca dejemos de escuchar, para bien y para mal, lo que dice. Como dicen en mi tierra: "bon vent i barca nova".

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