EL ICETAZO

Hay una máxima en política, que no sé si algún manual la recoge, y que por muchas veces que la repita mi amigo, David, no parece que forme parte del acervo popular: “las personas votan según sus intereses y no según su ideología”. Como todo corolario científico éste tiene excepciones, se llaman “votantes zombis” y constituyen el ejército de reserva, el llamado “suelo electoral” de los partidos políticos, formado por los fanboys y las fangirls que, impasible el ademán, acuden mansamente a las urnas con la papeleta que les ha enviado el partido, ensobrada en casa. Hay, además, una rara avis, un grupo muy reducido de votantes, que hace cola frente al colegio electoral con una calculadora en la mano, a ver si encaja su voto en algún complejo sistema de ecuaciones de seis incógnitas por barba, como mi amigo Bernardo. Dejando al margen la fanzone y los amigos de D'Hondt, el grueso de los votantes, probablemente usted y yo incluidos – yo sobre todo –, va a votar en función de cómo le ha ido en el baile. Esto es, si las decisiones que ha tomado el Gobierno del turno – ojo, he dicho “del turno” a propósito – han tenido consecuencias positivas en la vida diaria o, como decimos los marxistas, en las condiciones materiales de existencia, pues vamos con paso alegre a depositar la papeleta del partido en la urna correspondiente, pero si nos ha perjudicado o, como decimos los marxistas, nos han dado por donde amargan los pepinos, o no vamos a votar o elegimos una papeleta distinta. Esto, los partidos políticos lo saben muy bien, lo tienen controlado y cuantificado, por lo que las decisiones que toman, porque los políticos no son una excepción, están guiadas por sus intereses electorales y no por los nuestros. Como reza un cartel en mi oficina: “en esta oficina todo el mundo va a la suya menos yo, que voy a la mía”.

Supongo que conocen de sobra a don Miquel Iceta i Llorens, ministro de Política Territorial y Función Pública y sabrán del RDL 14/2021, de medidas para joderle la vida a los interinos a los que hemos engañado todos estos años. Si ustedes no son interinos a los que han empalado las distintas Administraciones Públicas por acción u omisión de nuestros egregios representantes políticos sus intereses personales no se verán afectados y en consecuencia no tendrán en cuenta “el Icetazo” a la hora de decidir su voto, nada que reprocharles, pero si como yo han sido estafados por el señor ministro los sindicatos más chachiguay, su partido y el Gobierno más progresista de la Historia, les ruego que sigan leyendo. La temporalidad en las Administraciones Públicas roza el 30%, por lo que de los casi tres millones de empleados públicos, casi un millón son interinos o laborales temporales. De ese millón de empleados públicos, unos 800.000 – 900.000 según algunos cálculos – están en situación de “fraude de ley”. Esta situación se produce cuando el personal interino lleva más de tres años en esta situación o, en el caso de personal laboral, ha encadenado contratos por más de ese tiempo, que es el que establece la ley como máximo para que la plaza, y no la persona, sea ocupada por un funcionario de carrera o por un laboral fijo. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea le ha dicho a España que el chiringuito de explotación de trabajadores por las Administraciones Públicas se ha de acabar ipso facto o le caerá la del pulpo. La posibilidad de que la UE le imponga una sanción del Copón a España por explotar a los empleados públicos ha llevado al señor Miquel Iceta a convocar a los sindicatos más representativos, UGT, CCOO y CSIF, a negociar a ver cómo nos daban la puntilla y he aquí que han llegado a un acuerdo que, ¡Chorprecha!, es el mayor ERE de España, eso sí, envuelto en papel de regalo con dibujitos de Disney para que doña Yolanda Díaz, la mejor ministra de Trabajo de la Historia del Universo y parte del extranjero, dirija Unidas Podemos con una sonrisa permanente, como el Jocker. Como contraprestación a su esfuerzo negociador, los sindicatos implicados van a ver cómo se llenan sus academias de oposiciones de interinos que pagarán religiosamente la cuota de la academia y la de afiliación con lo que lo tienen todo a huevo. Lo que no van a tener, o al menos eso espero yo, son los votos de los engañados cuando el año que viene digan que hay elecciones sindicales en las AAPP porque, como ya he dicho, aquí cada uno vota en función de sus intereses. Lo mismo debería ocurrirle a los partidos integrantes del Gobierno de coalición más progresista de la Historia, PSOE y Unidas Podemos, por ese orden, cuando en 2023 nos digan que hay que votar en las Elecciones Generales, Autonómicas, Locales y del chiringuito. Y, a quienes opinan que hay que votar a PSOE y Unidas Podemos por cojones, hagan lo que hagan, porque si no vienen “los otros” y será peor, recordarles que hay más partidos en el ámbito de la izquierda que setas en el bosque. Así es que.

En un símil taurino, PSOE, Unidas Podemos, CSIF, UGT y CCOO nos han toreado, banderilleado, picado, estoqueado, nos han dado la puntilla, nos han cortado las orejas y el rabo, y ahora están dando una vuelta al ruedo, luciendo nuestros apéndices como trofeos mientras “el respetable” ruge de emoción. Recuerdo que cuando yo era niño, allá por el Pleistoceno Medio, mis padres me decían siempre que empezaba a jugar con entusiasmo que: “lo que empiezas con muchas risas termina con muchos llantos”. Iceta y su cuadrilla están eufóricos con su “Icetazo”, que condena a muchos trabajadores públicos al paro en el mejor de los casos con 12 mensualidades de 20 días trabajados, pero en los dos años siguientes van a pedirnos el voto. Espero que, aunque sea sólo por el escaso ápice de decencia que pueda quedarnos, PSOE, Podemos, CSIF, UGT y CCOO no reciban ni un solo voto de los 900.000 interinos en fraude de ley ni de sus familias. A ver entonces quiénes ríen o lloran.

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