LA IZQUIERDA CUMBAYÁ
Es cierto y se puede verificar fácilmente que todo este despliegue de estupidez profunda no es exclusivo de la izquierda, ni siquiera de la performativa a tope de power, pero sinceramente lo que haga o deje de hacer la derecha, que es una y trino, me la trae al pairo. A mí lo que me interesa es lo que hace la izquierda y cómo se ha metido a jugar en un campo y con unas reglas que solo favorecen al adversario. Es absurdo, un oxímoron, una contradictio in terminis, que la izquierda se haya obcecado en la defensa de las identidades y resulta bochornoso el entusiasmo con que ha abrazado las políticas identitarias. La izquierda y la derecha, si es que todavía hoy y en este contexto esta distinción tiene alguna utilidad - algunos nostálgicos de la democracia liberal pensamos que sí -, se diferencian en las políticas de clase; así, mientras la derecha defiende a las clases altas, la izquierda lo hace con respecto a las clases bajas, lo que en Podemos hace un tiempo entendieron como la dicotomía "los de abajo vs. los de arriba", porque son así de básicos. Cuando se abandona ese camino y se empieza a hablar de la defensa de los derechos de las personas que tienen el flequillo de color verde, que han sufrido secular discriminación a manos de la taimada, desabrida y poco simpática mayoría de los que tienen el flequillo de color marrón se está en otro terreno, no en el de la izquierda y la derecha sino en el de las identidades. En ese terreno sólo se manejan bien los partidos nacionalistas - y ojo, cuando digo nacionalistas también incluyo a los partidos que defienden naciones y patrias reconocidas internacionalmente y dibujadas con esmero en los mapas -, básicamente porque ese es su leitmotiv, verbigracia lo que pasa en Catalunya donde ERC y Junts han pasado por encima de los ideales de clase para abrazarse a la bandera y a la patria. También la derecha, y que quede claro que creo que todo nacionalismo es por definición de derechas, juega bien en el terreno de las identidades porque es ahí donde pesca más merluzos. Pero la izquierda no puede ganar, ni siquiera debería jugar, en el terreno de las identidades sino todo contrario, debería huir como de la peste de estas etiquetas porque la desvían de su tarea, la lucha por la igualdad o por lo menos por reducir las desigualdades y por la redistribución de la riqueza. Lo importante para la izquierda o al menos debería serlo no es el color del flequillo ni con quién se meta cada uno en la cama, sino las condiciones materiales de existencia definidas en función del estrato, clase o estatus social en el que se nos ha encuadrado a cada ciudadano. Que esto es más difícil y que no permite montar las performances performativas laclausianas tan caras a la izquierda cumbayá no lo puede discutir ni Crístofer - sea quién sea ese señor - pero tampoco admite discusión que el camino de la batalla identitaria conduce a la izquierda a negarse a sí misma y a abandonar la pelea por transformar la sociedad allí donde más duele al capitalismo, en el modelo económico.
La dejación de funciones que ha asumido la izquierda, sobre todo la que décadas atrás se articuló sobre los rescoldos del comunismo, porque de la socialdemocracia europea ya no espero nada, deja huérfanos a los ciudadanos de la clase obrera o si no quieren usar lenguaje marxista, de la clase trabajadora. Si la izquierda se dedica a dar la batalla por las identidades se deja desatendida la lucha por la transformación económica, la guerra por el modelo socio-económico, es decir, la esencia de la izquierda. Las identidades son transversales, cualquier persona independientemente de su estatus social puede colocarse la misma etiqueta que aúna a todos los oprimidos por una u otra razón en un momento u otro del tiempo, pero ahí, sea como fuere, las diferencias de clase, la desigualdad socio-económica, no juega un papel ni preponderante ni secundario, simplemente no tiene cabida. Entiendo que determinados movimientos políticos jueguen en ese campo porque es lo que la izquierda les había dejado de margen pero no entiendo las razones por las que la izquierda política se ha dejado arrastrar a este lodazal a no ser que pretendan bajar la persiana y cerrar el chiringuito, en cuyo caso que el último cierre al salir.

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