LA REVOLUCIÓN PENDIENTE
Es cierto que en el fondo subyace una aceptación general y resignada del modelo socio-económico que si no imposibilita sí dificulta notablemente cualquier veleidad revolucionaria, tanto de uno como del otro extremo del continuo ideológico. Pero, aun contando con que eso sea así, resulta injustificable la inacción, desentendimiento, apatía y dejación de funciones de la izquierda autodenominada revolucionaria o, mejor dicho, transformadora y súper performativa. Que sea injustificable no quiere decir que no pueda explicarse, que sí que se puede. Para eso hemos de echar la vista atrás y ver qué pasó en las sucesivas intentonas revolucionarias que impulsó el comunismo hispánico en el solar patrio. La huelga revolucionaria de 1917, al calor de la revolución bolchevique, en el contexto de la restauración borbónica de 1874, ya con Alfonso XIII y Eduardo Dato, puede considerarse la primera de este cariz, al final Dato fue sustituido por el liberal García Prieto y los cabecillas de la huelga, incluido Julián Besteiro, dieron con sus huesos en prisión. En 1934 la revolución fracasó en toda España salvo en Asturias donde por orden del gobierno de la República, entonces en manos de las derechas (el Partido Radical y la CEDA), fue un tal general Francisco Franco a sofocarla; el resultado, casi 2.000 muertos y aproximadamente 30.000 detenidos, también fracasó. En el verano de 1959 el PCE y otras organizaciones obreras revolucionarias convocaron una huelga nacional revolucionaria que sólo tuvo cierta repercusión entre los trabajadores del campo en algunas zonas de Andalucía y Extremadura, al régimen franquista ni le inquietó lo más mínimo. En las dos décadas finales del franquismo se llegó a considerar en al menos dos ocasiones, 1966 y 1971, huelgas generales revolucionarias que no se llevaron a cabo por la certeza de su más que previsible fracaso. Desde 1978 hasta el momento la revolución es un concepto meramente performativo, porque la revolución ha sido sustituida por la performación - gracias, Ernesto - y para derrocar el régimen del 78, o sea, acabar con la democracia, hay que performar muy fuerte. Llegados a este punto hay que tener en cuenta qué propuesta de nuevo sistema sociopolítico tienen los revolucionarios, revolucionarias y revolucionaries para sustituir al ominoso régimen del 78, o sea, insisto, a la democracia liberal, pues es exactamente ninguno. Con estos mimbres no se puede hacer un cesto decente, vamos ni un tapete, y por eso la revolución va a seguir pendiente, al menos por el lado de babor, por mucho tiempo.
Dice el refranero que no se puede afirmar con seguridad absoluta que "de este agua no beberé" ni que "ese cura no es mi padre", pero sí creo que podemos estar muy seguros de que no vamos a ver la revolución que traerá el comunismo, el socialismo o la performación máxima en los próximos siglos - de la revolución falangista mejor ni hablamos -. Y esto es así porque el denostado régimen del 78, la democracia liberal, es por el momento, con sus luces y sus sombras, lo mejor que nos ha pasado. Y a los vendedores de crecepelo hay que darles la espalda, no se dejen timar. Un abrazo, amigues.
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