LA REVOLUCIÓN PENDIENTE

Falangistas, comunistas, socialistas y socialdemócratas tenemos algo en común, la revolución que no hemos hecho ni haremos jamás pero que seguimos teniendo en el horizonte. El mito de la revolución pendiente tiene matices, todo en esta vida los tiene, y por eso no es lo mismo para el falangismo que para el comunismo, el socialismo y la socialdemocracia. Hoy, amigos, abordaremos la cuestión siempre espinosa de la revolución comunista, que no se sabe si está pendiente ni en qué consiste exactamente más allá de tópicos, frases hechas y lugares comunes. En los inicios de La Guerra Civil - como si solamente hubiera habido una - los comunistas pasaron del paradigma: "la revolución primero y después ganar la guerra" al de: "primero ganar la guerra y lo de la revolución ya si eso"; y hasta hoy. En el actual periodo democrático, una vez arrumbado el régimen del 39, el PCE antepuso la legitimación del régimen del 78, o como lo llamo yo " la democracia", con su monarquía, su bandera rojigualda y su canesú a la revolución pendiente. En mi humilde opinión sin el concurso del PCE el régimen del 78, o sea la democracia, no hubiera sido posible y por eso hay que estarles agradecidos. Pero, desde hace 20 años, la mitad del régimen del 78, el mayor logro del comunismo patrio ha sido conseguir la limitación de la publicidad de las casas de apuestas y de los alimentos hiperglucémicos; del tema de la propiedad de los medios de producción ni se habla. No sabemos qué nos deparará el futuro, bueno igual algún afamado vidente de cuidada melena sí lo sepa, sólo podemos tener una idea aproximada de lo que ocurrió en el pasado, con eso hemos de trabajar para entender el presente y tratar de aprender algo de todo esto. Vamos, pues, al lío. 

Es cierto que en el fondo subyace una aceptación general y resignada del modelo socio-económico que si no imposibilita sí dificulta notablemente cualquier veleidad revolucionaria, tanto de uno como del otro extremo del continuo ideológico. Pero, aun contando con que eso sea así, resulta injustificable la inacción, desentendimiento, apatía y dejación de funciones de la izquierda autodenominada revolucionaria o, mejor dicho, transformadora y súper performativa. Que sea injustificable no quiere decir que no pueda explicarse, que sí que se puede. Para eso hemos de echar la vista atrás y ver qué pasó en las sucesivas intentonas revolucionarias que impulsó el comunismo hispánico en el solar patrio. La huelga revolucionaria de 1917, al calor de la revolución bolchevique, en el contexto de la restauración borbónica de 1874, ya con Alfonso XIII y Eduardo Dato, puede considerarse la primera de este cariz, al final Dato fue sustituido por el liberal García Prieto y los cabecillas de la huelga, incluido Julián Besteiro, dieron con sus huesos en prisión. En 1934 la revolución fracasó en toda España salvo en Asturias donde por orden del gobierno de la República, entonces en manos de las derechas (el Partido Radical y la CEDA), fue un tal general Francisco Franco a sofocarla; el resultado, casi 2.000 muertos y aproximadamente 30.000 detenidos, también fracasó. En el verano de 1959 el PCE y otras organizaciones obreras revolucionarias convocaron una huelga nacional revolucionaria que sólo tuvo cierta repercusión entre los trabajadores del campo en algunas zonas de Andalucía y Extremadura, al régimen franquista ni le inquietó lo más mínimo. En las dos décadas finales del franquismo se llegó a considerar en al menos dos ocasiones, 1966 y 1971, huelgas generales revolucionarias que no se llevaron a cabo por la certeza de su más que previsible fracaso. Desde 1978 hasta el momento la revolución es un concepto meramente performativo, porque la revolución ha sido sustituida por la performación - gracias, Ernesto - y para derrocar el régimen del 78, o sea, acabar con la democracia, hay que performar muy fuerte. Llegados a este punto hay que tener en cuenta qué propuesta de nuevo sistema sociopolítico tienen los revolucionarios, revolucionarias y revolucionaries para sustituir al ominoso régimen del 78, o sea, insisto, a la democracia liberal, pues es exactamente ninguno. Con estos mimbres no se puede hacer un cesto decente, vamos ni un tapete, y por eso la revolución va a seguir pendiente, al menos por el lado de babor, por mucho tiempo.

Dice el refranero que no se puede afirmar con seguridad absoluta que "de este agua no beberé" ni que "ese cura no es mi padre",  pero sí creo que podemos estar muy seguros de que no vamos a ver la revolución que traerá el comunismo, el socialismo o la performación máxima en los próximos siglos - de la revolución falangista mejor ni hablamos -. Y esto es así porque el denostado régimen del 78, la democracia liberal, es por el momento, con sus luces y sus sombras, lo mejor que nos ha pasado. Y a los vendedores de crecepelo hay que darles la espalda, no se dejen timar. Un abrazo, amigues. 

Comentarios

Entradas populares