PATRIOTISMO PARADISÍACO
Si he de serles sincero, la patria, la matria y la madre que los fundó no me conciernen, son asuntos que no entran en los temas de mi negociado, igual que las banderas y las naciones, pero es que últimamente estas cuestiones están de actualidad y hay que darle un pensamiento. La democracia tal y como la conocemos, no la ateniense del siglo VI a.C., sería imposible sin la existencia de los modernos Estados-nación y sin el concepto de ciudadanía, ambos inextricablemente unidos, pero para llegar a la patria hay que dar un salto cualitativo. El país, el estado y vamos a decir que también la nación - al menos en lo que se refiere al lugar de nacimiento - son consensos de la geopolítica que tienen una realidad física, o dicho de otra manera, son realidades administrativas. Un país está delimitado por sus fronteras y los tratados internacionales por los que el resto de países del mundo reconoce su existencia, es decir, por el contrato geopolítico global; por eso Palestina no es un estado, ni lo es el Sáhara occidental, ni por supuesto lo es Catalunya, pero sí lo es España, Francia, Portugal, Italia, San Marino y Andorra. En general, los países son el resultado de los esfuerzos de las élites sociales para mear en las esquinas de los territorios que fueron capaces de controlar; unos los mearon después de desbrozarlos de enemigos; otros se los robaron a sus propietarios; otros los cogieron porque la Iglesia no los había inmatriculado, en fin, cada uno tiene su pedrá. La patria, en cambio, es una idea cuyo único objetivo y utilidad conocida es fijar al territorio la fuerza de trabajo disponible, sobre todo una vez que el hundimiento del Antiguo Régimen dejó baldías las tierras de la nobleza y acabó con la servidumbre de la gleba, lo que obligó a la aristocracia local a buscar nuevas formas de fidelizar a su clientela. De nada le sirve a los poderosos reinar sobre un descampado, hace falta sacarle rendimiento al solar a fin de no tener que doblar el lomo, habida cuenta que el trabajo manual es cosa de pobres. Entonces, y ahora, el plan es que los obreros, la fuerza de trabajo a explotar, se pongan la bandera hasta en los calzoncillos a fin de sacarles el jugo y como diría Marx, Karl, quedarse con la plusvalía poniendo a la patria como excusa. La cosa les ha salido bastante bien, tanto que hasta las clases pudientes suelen adornarse con los colores de la enseña nacional a fin de demostrar su adhesión a la nación, es decir, si la RAE está en lo cierto, demostrar el amor a su patria. La cuestión es identificar la patria por la que mueren de amor algunos poderosos del solar hispánico porque el alegre colorido de las pulseras con que adornan sus muñecas pueden estar dando pistas falsas. Yo sostengo que uno es de donde paga sus impuestos y considero que la nacionalidad, o mejor dicho el derecho de ciudadanía, debería estar ligado o al menos en relación a esta cuestión. Al fin y al cabo, en mi opinión, el amor al país, al Estado o si me aprietan, a la patria, se demuestra a través de la contribución al sostenimiento de la misma y no puede limitarse a gestos, performances y el outfit.
Si me hicieran caso, muchos patriotas con pulsera de la bandera de España deberían ser privados de su nacionalidad y empadronarse en el paraíso fiscal que alberga su peculio, o en Suiza, donde sea que sus dineros contribuyan al sostenimiento del Estado. Se ha conceptualizado el patriotismo clásico, el patriotismo constitucional, el patriotismo futbolero y el patriotismo de hojalata, faltaría definir el patriotismo paradisíaco. El patriotismo paradisíaco, a falta de mejor definición, podría describirse como aquel patriotismo que siente el hacendoso gran tenedor de sociedades offshore en paraísos fiscales, sobre todo a la patria que guarda con celo su patrimonio y lo oculta al fisco del país en el que efectivamente reside. El patriota paradisíaco tiene el corazón partío entre la banderita que lleva en la pulsera y la que hay en la fachada del banco que guarda sus millones. Yo lo tendría claro, insisto, uno es de donde paga sus impuestos y no de donde vive. Y aquí lo dejo, que me llevan preso si sigo.

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