VUÉLVE SÁNCHEZ
Verán muchos análisis sobre el PSOE que queda tras su 40 Congreso Federal, la gran mayoría procedente de las prietas filas de los fans, en los que se señala la pacificación del partido que ha conseguido Pedro Sánchez, después de unos años de navajeo a la espalda, pero se trata de una pax romana, o sea después de haber desbrozado el campo de enemigos. A esto se ha dedicado El Guapo desde que le ganó las primarias a Susana Díaz y al aparato de su partido allá por 2017, a laminar cualquier voz discrepante hasta quedarse solo, como en El Juego del Calamar. Ahora mismo sólo Felipe González puede asumir la osadía de reclamar para sí mismo la libertad de expresión de la que carece cualquier otro militante del PSOE, sobre todo si ostenta un carguito, sopena de condena al ostracismo. Esto rompe una endémica tradición en los partidos de izquierdas - vale, igual me he pasado de frenada al situar al PSOE en la izquierda pero creo que alguna vez lo estuvo - consistente en que los cuchillos de matar disidentes se guardaban celosamente en los cajones de la cómoda hasta que llegaba el Congreso y ahí se les daba lustre en una orgiástica bacanal de sacrificios humanos. En aquellos tiempos remotos, cuando no había Whatsapp, las ideas eran unas cosas importantes y justificaban la puñalada trapera al compañero de partido por la nimiedad de poner una coma donde debía ir un espacio en blanco. Ahora, las ideas son reminiscencias del pasado, objetos inútiles que se ponen en una estantería para que los admiren los visitantes, lo que mola son los zascas, los discursos hueros, el Amado Líder y cuatro cosicas aquí y allá para enardecer a la parroquia. Pedro Sánchez es ahora mismo, tal como ya pronostiqué, dueño y señor del PSOE, más de lo que jamás soñó serlo Pablo Iglesias en PODEMOS o José María Aznar en el PP. El control es ya tan absoluto que se ha permitido prometer, por cuarta vez consecutiva, que él, a brazo desnudo, va a derogar la ley mordaza, la reforma laboral del PP y su puta madre en bicicleta, y los congresuales se lo han creído, que no sé qué es peor, la verdad. Entre tanto, no ha habido debate sobre socialismo, socialdemocracia y social-liberalismo, no sea que se le vea el plumero; se ha hurtado el debate sobre el borrado de las mujeres y el entierro del feminismo mediante una ley "trans" - eufemismo de "transgénero" porque no quieren que se sepa -, laminando a las feministas y poniendo en su lugar a "les feministes", con una sonrisa eso sí; y ya ni te cuento del debate sobre la forma del Estado, esto es, sobre el referéndum para elegir si seguimos con la monarquía o instauramos una República, porque ya se sabe que el PSOE es un partido republicano que ha llegado a un acuerdo con la monarquía - ¡Tócate los cojones! Como si digo yo que soy vegano pero que he llegado a un acuerdo con el carnicero de la esquina para que me suministre chuletones -, y así todo. Lo que cuenta es la voz del Amado Líder, de Pedro Sánchez, Pedro I del PSOE, y todo aquello que queda fuera de su santa voluntad es disidencia, campo yermo y silencio.
Cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las huestes sanchistas sus últimos objetivos políticos, el PSOE está acabado ¡Viva el Partido Sanchista! Y pensabáis que era el Partido Susanista ¡Inocentes! Me gustaría equivocarme pero cada vez tengo más claro que estamos a las puertas de unas elecciones anticipadas a mayor gloria del Amado Líder. Al tiempo. Una última reflexión: en el cónclave de València se proyectó un holograma del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, en el que se le hacía hablar como un ventrílocuo a sus muñecos pero yo creo que si el Iglesias de 1879 levantara la cabeza no sentiría como propios los principios políticos y los dogmas ideológicos que hoy defiende el partido que fundó; probablemente cavaría de nuevo su tumba con sus manos desnudas para volverse a meter en ella.

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