APELAR A LA PATRIA
Soy poco sospechoso de simpatizar con Vox, fundamentalmente porque soy socialdemócrata de toda la vida, y tampoco se me verá agitando banderas o reivindicando patrias porque no me siento vinculado a estas cosas. Por otra parte, además de ser de izquierdas soy de clase obrera tanto por procedencia como por ejercicio, así que también sé un poco de lo que estamos hablando. Tienen que ser conscientes, como lo son en Vox, de que la clase obrera encuentra en la patria, la nación o el país - llámenlo como quieran - ese espacio de solidaridad que le permite subsistir frente a la adversidad, es el digamos escudo que permite a los obreros enfrentarse al mercado. El sentimiento de pertenencia a una patria, a una nación o a un país, con toda la parafernalia simbólica que acarrea, genera vínculos de solidaridad y sinergias que permiten tejer redes sociales que protegen en la caída. Sin ese espacio de solidaridad, la clase obrera estaría a merced de los mercados y sin posibilidad de vislumbrar siquiera el asomo de una vida decente en lontananza. Por eso Vox apela a la patria como patrimonio - el juego de palabras no es casual - de la clase obrera, bueno, en realidad ellos hablan de "el obrero" en singular para evitar cualquier tipo de confusión ideológica; o sea, nada que ver con Marx ni con el comunismo. Como los españoles somos así nos hemos dedicado a hacer chistes y memes con la declaración del partido de extrema derecha, como si se tratara de un error cometido por Vox o se les hubiera muerto la neurona que les quedaba, pero con esto hay que hacer poca broma y mucha prevención. Hay que reconocer que me han sorprendido en esta ocasión por lo inteligente de la propuesta, por el debate que genera y porque han sabido apelar a la clase obrera como en otras épocas lo hicieron sus homólogos en otros países de Europa. Una de las cosas que se ha estudiado de la extrema derecha y del fascismo ha sido su capacidad para permear a la clase obrera y atraer a votantes de partidos de extrema izquierda o incluso de la izquierda moderada o democrática. Por ejemplo, lo ocurrido en Francia con el "lepenismo" y sus derivados ha demostrado que el populismo de extrema derecha es capaz de atraer el voto de amplios sectores de la clase obrera que tradicionalmente habían apoyado a partidos de izquierdas. Esto no era nuevo pero sí supuso un golpe de realidad porque volvía a poner en la palestra - sigue estando - el viejo fantasma del fascismo ahora disfrazado de populismo. En Italia esto lo saben muy bien y tienen una amplia panoplia de opciones en esta línea de pensamiento, no en vano es el país que parió al fascismo, eso está ahí, les guste más o les disguste mucho. En España, como llegamos tarde siempre a todo, hemos descubierto ahora que la extrema derecha no es una banda de descerebrados con la cabeza rapada y tatuajes de esvásticas en el pecho sino un think-tank político de calado intelectual. Esto no es bueno sino todo lo contrario porque ahí, detrás de esta apelación a la patria y a la clase obrera, hay una estrategia política e ideológica que ya se ha demostrado altamente productiva en el pasado y que lo va a ser también en el presente.
Sería conveniente que la izquierda contrapusiese a este mensaje otro con la misma fuerza sentimental pero en sentido contrario. En mi opinión, la izquierda debe justamente hacer todo lo contrario a lo que plantea la extrema derecha pero jugando a su juego, en su campo y con sus reglas porque no hay otra manera, los sentimientos se combaten con otros sentimientos. La izquierda, si quiere oponer resistencia, ha de articular un discurso de pertenencia a una unidad transversal, ha de reivindicar la clase obrera y con ella sus aspiraciones, sus valores y sus estilos de vida. La izquierda, si quiere sobrevivir, ha de abandonar la deriva identitaria y las veleidades pijofláuticas para centrarse en las políticas que incidan sobre las condiciones materiales de existencia, la socialización de los medios de producción, el internacionalismo obrero, la solidaridad y por qué no el país, o mejor dicho los países. De lo contrario creo que vienen malos tiempos para la lírica. A ver qué pasa.

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