LA IZQUIERDA DE SCHRÖDINGER
El problema fundamental que augura más noches electorales de lamentos y "quejíos" es que la izquierda de Schrödinger está más muerta que viva. Secuestrada por los cantos de sirena de las políticas identitarias y las performances performativas lingüísticas, "se arrastra sin pensar a lomos del desierto hacia las cavernas". Se definen feministas pero defienden las teorías de género que borran a las mujeres de la ecuación al reducir la condición de mujer a un sentimiento; el feminismo es igualdad entre los sexos, sólo las palabras tienen género, pero eso a elles se la suda porque es todo postureo. Se definen un movimiento republicano pero defienden la Constitución de 1978, que consagra la monarquía parlamentaria como el modelo de Estado. Se definen laicas pero aplauden el uso del hijab, que además de ser un elemento de reafirmación religiosa es una herramienta de sometimiento de las mujeres. Se definen de izquierdas pero ni una palabra sobre la socialización de los medios de producción, ni de la redistribución de la riqueza, ni siquiera mencionan la lucha de clases salvo cuando usan mal el concepto. En definitiva, son de izquierdas y no lo son al mismo tiempo, eso sí encerrados en su caja de zapatos porque fuera de ella no existen. Hay imágenes que ilustran este enorme desatino con dolorosa perfección y una de ellas, quizá la más potente, es la que hemos visto en Valencia, en el acto con hashtag y todo, que no falte de na, de las #Otras Políticas. El titulo de "Las Otras Políticas" es un ingenioso juego de palabras, porque otra cosa no pero ingenio no les falta, para poner de relieve otra forma de hacer política por mujeres. Se trata de dar el mensaje de que la política es mejor si la hacen mujeres - recuerden que el feminismo es igualdad y no supremacía, que es lo que combatimos las y los feministas - porque las mujeres son mejores, no dirán que no son brillantes. La cuestión es que en la foto se ven cosas que no encajan en los valores que definen el progresismo y la izquierda democrática y que llaman a esas políticas identitarias, que son propias de otros negociados ideológicos. No es que se hayan confundido, es que saben a quién se dirige el mensaje, como dicen los esnobs, saben cuál es su target. Porque en realidad no están haciendo política sino marketing, no pretenden transformar la realidad sino vender su producto. Viven, por ahora, de unos clientes que son poco exigentes, que miran más el envoltorio que el contenido y se fijan más en la etiqueta, a ver cuántas calorías pone, si hay aceite de palma en los ingredientes y si es todo vegano, eco-friendly y sin gluten. Esto será así hasta que se convoquen las próximas elecciones, cuando tengan que salir de la caja y descubramos que son espuma de aire deconstruida al baño maría.
Todo esto sería para echarse unas risas si todo este tinglado fuera inocuo pero no es así y desgraciadamente las consecuencias de todas estas imbecilidades las vamos a pagar los pocarropa, como siempre. Cuando tras el recuento de los votos a las derechas les salgan las cuentas, la izquierda de Schrödinger se preguntará qué ha podido salir mal, abrirá un proceso de reflexión y concluirá que los votantes somos unos hijos de la gran puta, desagradecidos y unos putos egoístas. Entonces nos dirán que a ver si vamos a las manis para protestar por el resultado y contra el nuevo gobierno de coalición PP-VOX. Luego se irán de cañas y al sobre, con la satisfacción del deber cumplido y el trabajo bien hecho. A nosotros, a nosotras y a nosotres nos llegará la factura de la fiesta y ya les digo que nos sale a pagar. Siempre nos quedará Echenique, "chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia. Chúpame la minga, Dominga, que tiene sustancia".
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