LA NORMALIZACIÓN DEL FASCISMO
Una de las cosas que más me llama la atención del fascismo es su capacidad para permear a la izquierda o al menos a una parte de ella. Creo que, en general, el fascismo se nutre más de los errores ajenos que de los aciertos propios ya que en realidad su propuesta es humo deconstruido al baño María. En este sentido, y si tengo razón, que el fascismo seduzca a una parte de la militancia de la izquierda - y aquí no hay apellidos, me refiero a toda la izquierda - y a su electorado se fundamenta más en la dejación de funciones de la izquierda que en la capacidad de seducción del fascismo. Por una parte, la desorientación ideológica que aqueja a la izquierda y le hace hundirse en políticas identitarias; por otra el alejamiento, que empieza a medirse en años luz, de las vidas, anhelos, esperanzas, intereses y aspiraciones de la clase obrera, centrándose en la articulación de un imaginario cultural trufado de valores burgueses; y por otra, el empecinamiento en usar un lenguaje y articular un discurso ininteligible e inaprehensible por su electorado, conduce a la izquierda al abismo de la inanidad más absoluta. En ese lodazal es en el que hoza feliz el fascismo porque es su medio natural, su ecosistema vital y dónde se mueve como pez en el agua, y así es como pesca merluzos. Lo que faltaba para rematar, la guinda en el pastel, es que los medios de comunicación se embarcaran en la insensata tarea de blanquear y normalizar el fascismo a través de naturalizar a los fascistas. Entrevistar a un o a una fascista no es sólo dar voz al fascismo, que también, sino que contribuye a normalizarlo y a que la ciudadanía vaya asumiendo que la síntesis fascista es una opción política normal. Añadir fascistas a las tertulias y a los programas de televisión, sea cual sea la temática, supone ahondar en esos errores que conducen a la asimilación del fascismo. Y lanzar o convocar patochadas e imbecilidades performativas laclausianas como la mierda esa de la alerta antifascista a lo que contribuye es a lo contrario que se pretende. Y todo este ambiente propiciatorio, junto a las tendencias autodestructivas de la izquierda, conduce inexorablemente a la tragedia, como si no hubiéramos aprendido nada, como si hubiéramos borrado un siglo entero de experiencias. Una señal del desastre que se cierne sobre nosotros la está anunciando Francia, que puede encontrarse en no mucho tiempo con la ultraderecha en El Elíseo y ya veremos en calidad de qué porque la cosa está peluda.
Soy consciente de que predico en el desierto porque ni siquiera el concepto de fascismo lo tenéis más o menos claro. Estáis llamando fascismo a lo que no lo es ni lo pretende pero no veis al monstruo ni cuando abre las fauces para engulliros y en vuestra cara. Nos pasará lo mismo que va a ocurrir en Francia, sé que no se puede evitar. Luego vendrán los lloros, las reflexiones y el buscar culpables, pues no hace falta que salgáis a buscarlos, los tenéis en casa, sois vosotros, vosotras y vosotres. De esta izquierda desnortada, desnaturalizada, que ha renunciado a su ontología y ha abandonado a la clase obrera, que ahora busca en otros brazos el apoyo que no encuentra donde debería, es en realidad toda la culpa de lo que pasa. No digáis que nadie os lo advirtió.
Comentarios
Publicar un comentario