QUINTACOLUMNISTAS EN PODEMOS

La figura del "entrista" es uno de los hits súper ventas de la izquierda cumbayá de todos los tiempos aunque el mérito hay que atribuírselo al "apiolado", artista antes conocido como León Trotsky, y a sus correligionarios, que pensaron que era buena idea acudir al noble arte del quintacolumnismo para darle fuste a sus ideas políticas. En esencia consiste en un método ampliamente ensayado en entomología por el que un insecto pone sus huevos en los de otro a fin de que sus larvas se alimenten de las del otro y eclosionen en huevo ajeno. Como pueden ustedes comprobar, hoy en día todos los partidos de izquierdas son trotskistas a muerte - es ironía -, lo que da la medida exacta del éxito de la estrategia. No obstante los inicios en la izquierda, la derecha no le ha ido a la zaga, y esta estrategia, o algo parecido, fue ensayado con el mismo éxito que la del trotskismo en la guerra civil española de 1936-39 por las derechas fascistas o mejor dicho fascistizadas, que dice Ismael Saz. En la actualidad y como todas las modas son cíclicas ha vuelto a cobrar relevancia el entrismo quintacolumnista fetén, de pata negra y pedigrí rancio, en la izquierda chachilerendi de Podemos. A los diestros ya consagrados en esta disciplina de Juan Carlos Monedero, cuya extraordinaria labor de zapa se ha cobrado unos tres millones de votos, a millón por proceso electoral, ya sea general, autónomico o local; y Pablo Echenique, que viniendo de Ciudadanos, ha dinamitado la organización interna de Podemos antes de venderse por un plato de lentejas y pasar de criticar sin ambages al Amado Líder a lamerle el trasero con parsimoniosa dedicación, a base de hacer de las primarias una casa de apuestas; se une ahora el muletilla, el inefable Alberto Garzón, ministro de la nada en la inanidad más absoluta, que ávido de un protagonismo que Pedro Sánchez en su infinita sabiduría le había cegado por el bien del Gobierno de Coalición más progresista de la Historia (sic), no ha encontrado mejor manera de servir a su causa, el quintacolumnismo podemil, que andar zascandileando con la carne, a ver si nos convence de que es mejor alimentarse de matojos, como las vacas, y no de los herbívoros como hacíamos hasta ahora porque estamos asalvajaos.

El bueno de Alberto, que está en el Gobierno por las cuotas de representación en Unidas Podemos - recordemos que sigue siendo Coordinador General de IU -, no es la primera vez que se enfanga con la cuestión de las carnes. La carne es débil y el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, a veces hasta tres. Su primera vez, chispas, fue a cuenta de su recomendación de comer menos carne porque comer mucha carne es malo para la salud, la propia y la ajena, y para la "sostenibilidad", que es un palabro que gusta mucho en estos tiempos. La realidad es que don Alberto no hizo sino reproducir como un papagayo lo que lleva insistiendo desde décadas la OMS y cualquier organización con dos dedos de frente, pero como es costumbre en el logroñés lo hizo mal porque el problema que tiene es que no sabe ejercer como ministro del Gobierno de España, el cargo le viene grande, y eso que no tiene apenas funciones. La segunda vez, la más reciente, le ha llevado al berenjenal de las macrogranjas, que son el mal personificado o mejor dicho "cerdificado". Como en la anterior ocasión, Garzón no ha hecho más que amplificar el mensaje de los expertos pero mal y a destiempo. La fanzone podemita, incluida la brunete mediática, ha salido en tromba a justificar la postura de Alberto, centrándose en el indiscutible de que tiene razón. Eso sí, hay que matizar, porque si bien es cierto que el modelo de las macrogranjas suponen un problema medioambiental y en algunos casos de maltrato animal y mala calidad del producto, la generalización obviando matices necesarios es un error de bulto. No resulta posible mantener, y digo mantener, el suministro cárnico a toda la población - y recordemos que es un logro del movimiento obrero que los trabajadores puedan comer carne si no a diario sí varias veces a la semana - solo con las explotaciones extensivas; que las vacas lecheras no son lo mismo que las vacas destinadas a dar chuletones; que las gallinas, los cerdos, los conejos, las ovejas y las cabras se han de estabular, sí o sí, incluso los belloteros; y que no todo el mundo puede sufragar el precio de la carne pijofláutica criada con masaje tailandés en las faldas del Fujiyama. El señor ministro, cuya alternativa laboral fuera de la política es desconocida para mí, se lo puede permitir pero yo mismo no y también me gusta comer carne, aunque sea de izquierdas - de izquierdas yo, la carne me da lo mismo -. El problema no es que tenga razón, que la tiene y toda, sino que un ministro del Gobierno de España no puede hablar mal de su país en el extranjero, ni siquiera para dar cuenta de lo obvio, que es lo que siempre le hemos reprochado a los jarrones chinos, ya saben, a Felipe González y a José María Aznar. La derecha, que está ya en modo campaña electoral, porque se huelen la tostá, no ha dejado escapar el regalo de Reyes que les ha dado el ministro de consumo y han iniciado una campaña para salvar las macrogranjas, las mismas que ayer demonizaban y por las mismas razones que el ministro. Esto, que parece obvio pero que la muchachada podemita no acaba de entender - y tampoco algunos "periodistas", que parece que cobren de Podemos, presuntamente, claro - sí lo ha entendido perfectamente Yolanda Díaz, poco sospechosa de derechista, y así lo ha dejado escrito en Twitter, dejándole la Vicepresidenta Segunda con elegancia un mensaje al ministro, que no sé si se ha dado por aludido, creo que no ya que sigue instalado en el "sostenella y no enmendalla". Sea como fuere, el problema no estriba en el debate sobre la manera de producir carne en España sino en el desempeño del cargo de ministro del Gobierno de España. 

El daño que le ha hecho a Podemos a las puertas de las elecciones autonómicas en Castilla y León, que es donde el sector ganadero ha montado en cólera, impulsado por la inevitable manipulación de la derecha de las palabras de Alberto Garzón como Ministro de Consumo del Reino de España, y que conste que esto lo dijo él mismo, va a evaluarse en las urnas. Al alimón con los otros dos, los tres mosqueteros quintacolumnistas, todos para una y una para todes, su impagable labor de zapa puede conseguirles una medalla al valor de La Gran Cruz de Carlos III, que era un rey, un ciudadano rey según dice don Alberto (espera, que igual el ministro ya se la ha colgado de la americana); o puede que Mañueco les erija un monumento en Valladolid, no lo descarten. Ah, y lo de la fanzone de los partidos políticos, en general, es para hacéroslo mirar, hermosos, que no sois más tontos por falta de entrenamiento. 

Comentarios

Entradas populares