LA POLÍTICA COMO DISTOPÍA
No es la primera vez, ni será la última, que un partido
político defenestra a su líder con saña medieval, como puede atestiguar, por
citar algún ejemplo reciente, el actual Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
A Pedro Sánchez le cortaron el cuello, políticamente hablando, sus propios
compañeros de fatigas, alguno de ellos salió corriendo por las amarras cuando
vio hundirse el barco alegando, y esto es un ejercicio de sinceridad que se
debe aplaudir, que tenía que darle de comer a sus hijos y no podía permitirse
el lujo de aventuras éticas. Es cierto que la pirámide de Maslow es un
imponderable y que está por encima de la dignidad el poner un plato de comida a
la mesa pero para este viaje no hacían falta tantas alforjas ni darse golpes en
el pecho para demostrar un servilismo bovino tan exacerbado como innecesario. Los
motivos, afortunadamente no son los mismos que los que han causado la hecatombe
en el PP pero los métodos empleados sí lo son. La cuestión, por lo tanto, no es
el hecho en sí sino las causas, los motivos, las razones en las que se basa
porque dibuja un escenario que sinceramente me parece aterrador. Ya no es tanto
el hecho incuestionable de que Pablo Casado ha sido un líder del PP que no ha
dado la talla nunca, que ha sido una adelfa sinsorgo, un pelele despersonalizado
y anómico, que también, sino que lo han largado por osar poner coto a la
corrupción interna. Debo hacer aquí un excurso para recordar a Mariano Rajoy y
lo mucho que me identifiqué con él cuando perdió la moción de censura que le
costó el puesto de Presidente del Gobierno y del PP mientras se ponía del revés
en un bar cercano al Congreso; eso sí son maneras y no las de Casado, que ha
padecido martirio en la sede de su partido mientras comía sándwiches
prefabricados, ni para eso ha servido. El mensaje que se lanza a las nuevas
generaciones, no a las organizaciones juveniles de los partidos políticos, que
son escuelas de adiestramiento para precisamente acometer con éxito estos
lances y hozar en la miseria moral con solvencia, sino a las personas del común
que pudieran tener alguna veleidad de participar en política, es devastador. Lo
dejó dicho el dictador, el general Francisco Franco, cuando aconsejó a su ministro
volador que hiciera como él y no se metiera en política. No le hizo caso y el
resultado es de sobra conocido por todos. En consecuencia hagan ustedes números
a ver quién va a ser el guapo que se enfangue en este lodazal, sabiendo lo que
le ha pasado no al bedel de la sede sino al Presidente del partido, que en
teoría tiene las riendas de la organización. Si se han fulminado de estas malas
maneras al máximo dirigente, imagínense lo que pueden hacer con digamos un concejal
o un diputado o un senador, que no son nadie ni ninguno. En consecuencia,
quienes medrarán en política van a ser los mejores de cada casa, la morralla,
el desecho de tienta, lo peor de nuestra sociedad y luego vendrán los lloros y
la letanía lastimera de que no nos merecemos a nuestros gobernantes. Es cierto,
no nos merecemos nuestros gobernantes, merecemos algo peor.
La política, como el arbitraje deportivo y el sindicalismo,
es una profesión copada por tiralevitas, abrazafarolas y culitiernos (José María García dixit) sin
escrúpulos, sin ideas, sin principios, sin dignidad ni más horizonte que el ser
Paco El Bajo; si no han visto “Los Santos Inocentes”, la película – no me
atrevo a recomendarles la novela de Delibes –, deberían hacerlo. Con esos
mimbres no se pueden hacer buenos cestos y tengan en cuenta que será en los
cestos que se hagan con ellos donde pondremos nuestros huevos. El futuro que se
dibuja en lontananza no puede ser más sombrío y es el que le espera a nuestros
hijos, ese será nuestro legado, un país gobernado por gentuza que en otro
tiempo se pudriría en mazmorras. Piensen en qué sociedad tendremos si los
gobernantes son una panda de golfos, qué frenos habrá al desmán colectivo si
ponemos a la zorra al cuidado del gallinero. Este problema no lo tendríamos si
el sistema educativo hubiera formado ciudadanía crítica y no alerdaos pero
claro resulta que el sistema educativo se rige por las leyes que elaboran los
golfos. En fin, a ver si viene pronto el meteorito, que ya va tarde.
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