NEORRANCIOS VS. NEOIDIOTAS
La izquierda cuqui, la que va de derrota en derrota hasta la victoria final, tiene los santos cojones de llamarnos "neorrancios" a quienes desde la izquierda pretendemos reconectar, porque se ha desconectado, con los intereses, expectativas y modo de vida de la clase obrera. La desconexión de la izquierda occidental con la clase obrera es un fenómeno que no es nuevo, lleva arrastrándose desde finales del siglo pasado, cuando los partidos vamos a llamarlos de izquierdas porque ellos se autodenominan así descubrieron que en España había obreros que votaban a la derecha y se quedaron descolocados porque esto no encajaba en sus esquemas. Y en vez de tratar de descubrir por qué una persona dada vota en contra de sus intereses, porque un obrero que vota a la derecha está haciendo exactamente eso, se dedicaron a insultarlas, a asegurar que estaban confundidas o que les faltaba un hervor. No se le pasó por la cabeza a ninguno de los líderes de la izquierda, la de verdad y la vendida al kapital, que tal vez la culpa era suya porque estaban defendiendo un acervo cultural e ideológico que le era ajeno a su electorado natural. Por eso, la tendencia a desconectar de la clase obrera para abrazar políticas identitarias de etiología urbanita, lo que en mis tiempos llamábamos "pijoprogres de salón de té", se ha acentuado con el paso de los eones y en este momento el PSOE y sobre todo PODEMOS son entes extraños que hablan un lenguaje ininteligible por la clase obrera, de la que dicen ser únicos y genuinos representantes. Y ahora vienen los lloros, los lamentos y las roturas de camisa porque se han dado cuenta de que la vanguardia ha avanzado tanto y tan rápido que ha dejado atrás al grueso del ejército, que anda desorientado y en desbandada. De esos polvos vienen los lodos de los partidos que desde la izquierda cuqui han denominado despectivamente como "localistas", "provincianos" y no sé cuántas barbaridades más, con ese tonito de superioridad intelectual que denota un acendrado clasismo. Las elecciones autonómicas en Castilla y León han dejado al descubierto impúdicamente las vergüenzas de una izquierda que ha renunciado a sus esencias y ha abrazado la posmodernidad inane sin la más mínima reflexión. Partidos como Soria ¡Ya! o Unión del Pueblo Leonés no surgen por iniciativa de las élites del capitalismo global ni son fruto de la campaña propagandística de medios de comunicación pseudoprogresistas sino el reflejo del hartazgo de la gente del común cuyos intereses no se ven representados en los partidos de la izquierda por mucho que estos insistan en que la culpa de todo es del contubernio de los medios de comunicación y los poderes fácticos.
Algunos periodistas, hasta el momento entregados incondicionalmente a la causa con un espíritu hooligan digno de los hinchas de un equipo de fútbol, se han dado cuenta - nunca es tarde si la dicha es buena - de que el camino elegido por los partidos de la izquierda performativa conduce a la ruina política y que posiblemente la solución es volver a las esencias. Por eso ahora les parece tan bien la propuesta política de Yolanda Díaz, que no sabemos si cuajará o si llega demasiado tarde, de dejarse de tonterías identitarias y volver a preocuparse por la propiedad de los medios de producción y la redistribución de la riqueza. Otros siguen en la táctica de "sostenella y no enmendalla", que tan magros resultados ha dado siempre. Pero el grueso de los dirigentes de los partidos políticos de izquierdas siguen enganchados a su droga, el síndrome de Hybris, pensando que están en campo abierto cuando en realidad siguen en la cueva, viendo sombras. Por eso han publicado un libro, titulado "Neorrancios" en un arranque de genialidad zasca al estilo Echenique, reafirmándose en que el camino a seguir es continuar con las políticas identitarias y dejar atrás las políticas de clase porque son propias de neofalangistas, sorelianos y fusaristas, gentuza inefable. Por eso, tras la hecatombe de Unidas Podemos en Castilla y León vuelven las viejas recetas de IU para explicar la situación, a saber: el sistema electoral es maligno; la gente es idiota y vota mal; y se impone una reflexión profunda para relanzar el proyecto. Yo ya tengo unos años a las espaldas y esto lo he escuchado desde los años noventa del pasado siglo con los resultados que se pueden ver ahora mismo, los mismos resultados que ha tenido siempre el regresar a los cuarteles de invierno a ver si aguantamos hasta que haga calorcito. El sistema electoral es el que es, dentro de los sistemas electorales vigentes en las democracias posindustriales es el más representativo posible dada la configuración del estado español, el mismo con el que Podemos estuvo a punto de sorpassar al PSOE en 2016 ¿Qué pasa? ¿Que entonces el sistema era bueno y ahora no? ¿Que la gente entonces no era idiota y ahora sí? Esto de echar balones fuera, que en psicología se llama "atribución externa", va bien para la homeostasis pero mal para planificar el futuro porque solo se aprende de los errores que se admite haber cometido. Las personas, el electorado, vota en función de sus intereses y no de sus ideas - como dice mi amigo David, son más fiables las casas de apuestas que las empresas demoscópicas -, esto es así se pongan como se pongan en los cenáculos de la izquierda posmo. Por eso están en la izquierda laclausiana tan descolocados y no entienden las razones por las que un miembro de la clase obrera vota a la derecha o a la ultraderecha. La razón es porque no ven sus intereses representados por las fuerzas políticas que deberían defenderlos y caen en la anomia sostenida, se enajenan o se alienan, según se mire y ya les da igual ocho que ochenta. El resultado final es que la ultraderecha, que serán nazis pero no son idiotas, ha visto hueco para sembrar la semilla de su odio y difundir su mensaje tramposo, aplicando la vieja técnica de los populismos para conectar con esos intereses que han quedado sin valedor. Por eso pueden ustedes escuchar estos días, con una mezcla de indignación y perplejidad, cómo Abascal y los suyos se erigen en "verdaderos" defensores de los trabajadores frente a una izquierda que los ha abandonado. En esto último tienen razón, por eso medran, mientras la izquierda languidece en su pozo de inanidad absoluta y por eso cada vez son más fuertes, pero en lo primero no, mienten descaradamente al decir que representan a los trabajadores porque no lo hacen, representan a las clases pudientes, a los patronos y terratenientes, pero como el Sindicato Vertical (se llamaba OSE), dicen que representan a la vez a los obreros y al patrón porque defienden el interés común, la patria. Viejas recetas que siguen conservando su validez y que conectan con el fascismo de manera directa, clara y desacomplejada. Lo peor no es que sigan funcionando estas recetas sino que sabiéndolo la izquierda no aplique las suyas de la misma manera porque también siguen funcionando.
Mientras tanto, hasta que se aclaren, que no sé si se aclararán porque no tengo claro que quieran aclararse, a quienes abogamos por retomar el camino que la izquierda abandonó para internarse alegremente en el mundo de algodón de azúcar y unicornios rosa voladores en el que viven los dirigentes de los partidos de izquierdas, nos llaman "neorrancios", de la misma manera y por los mismos motivos que llaman idiotas a los obreros que votan a la derecha. Dicen que somos los falangistas del siglo XXI porque no tienen ni puta idea de lo que es el falangismo, ni falta que les hace, les basta con leer los libruchos que publican cuatro desclasados endiosados diciendo tonterías, ya que pretendemos hacer valer como tesis política las conversaciones de taberna y no vamos poniendo barras, arrobas y equis a las palabras, ni soltamos la estupidez de la Matria esa. Pues sí, miren ustedes, los obreros vamos al bar y allí exponemos, entre cervezas y copas de "solisombra", cuáles son nuestras aspiraciones, deseos e intereses. A lo mejor harían bien los políticos de izquierdas en salir de sus tertulias intelectuales en cafés exclusivos, darse una vuelta por los bares del extrarradio de la capital y solo escuchar, tal vez así oirían lo que puede orientarles. Y ya, si no es mucho pedir, que se pasen también por el pueblo, el de lo que llaman desde su atalaya de superioridad moral e intelectual "la España vaciada" - la han vaciado ellos - y aterrizar en el casino, que es un bar no una sala de apuestas, y abrir los oídos, solo un poco a ver qué pasa, puede que se lleven alguna sorpresita.
Se nota que esta mierdade artíulo lo escribe un personajillo neorrancio.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leer. Un abrazo.
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