ESTAMPITAS
Como todo el mundo ha dicho la suya al respecto y yo no iba a ser menos, ahí va mi sesuda reflexión sobre las estampitas y la ofensa a los sentimientos religiosos, a ver si acabo yo entre rejas, veamos. En primer lugar, yo como ateo no considero de capital importancia los símbolos religiosos, de ninguna religión, razón por la que no me choteo, al menos en público, de estas cosas; en segundo lugar, y probablemente como consecuencia del punto anterior, me parece irrelevante del todo que se tuneen estampas religiosas, por mí como si les prenden fuego en pira pública, que ya saben ustedes la función purificadora de las llamas; y en tercer lugar, me parece del todo innecesario cachondearse de las creencias religiosas de nadie, que bastante tiene la gente con lo suyo para andar zascandileando en la privacidad de los demás. Las relaciones sociales y las sociedades en general se construyen sobre un pilar fundamental, el respeto. Se respeta, fundamentalmente, aquello o aquellos/as con lo que, o con quien, no se está de acuerdo, porque con lo que, o con quien, se está de acuerdo no se respeta, se milita, que es diferente. Lo que empieza a ser, además de una desagradable costumbre, una constante, es chotearse de las creencias religiosas de la gente sin pensar en los demás o, mejor dicho, en las consecuencias para los demás. La religión forma parte del ámbito privado de las personas, al margen de los integrismos y sus delirios totalitarios, que más que religión es enfermedad mental, y no me parece razonable inmiscuirse en la privacidad de los demás para echarse unas risas porque es irrespetuoso y también de mal gusto, por qué no decirlo. En definitiva, que si falta el respeto se va todo a tomar por culo, las relaciones sociales y las sociedades, y no creo que sea ese el camino que queremos seguir. Por eso, enlazando con el párrafo anterior, quien se mofa de determinadas creencias religiosas, por una parte les está otorgando categoría de importancia, es decir, que piensa que esas creencias son sustantivamente relevantes en su cosmogonía, porque solo nos cachondeamos de lo importante, o de lo que nos importa, no de la ventana del sexto b; y, en segundo lugar, como a toda fuerza se le opone otra de igual intensidad y signo contrario, a la estupidez se le impone otra estupidez, igualmente intensa y de sentido opuesto, por lo que termina habiendo un choque cojonudo. Ustedes, que son gente cultivada, conocen de sobra lo de la berrea del ciervo, pues esto es lo mismo pero en versión berrido del gilipollas, es decir, que andan topándose los cuernos para medirse el rabo a cuenta de una vaca en una estampa. Se puede ser más tonto pero es complicado.
Un profesor en la facultad, allá por el paleolítico inferior, dijo una vez que: "el ser humano lo es en la medida en que es social porque el ser humano es un ser social" y, nos guste más o menos - a algunos parece que no les gusta nada -, tenemos la imperiosa necesidad de compartir tiempo y espacio con el resto de miembros de nuestra especie porque si no dejamos de ser humanos, y eso exige, sobre todo, respeto. No es que diga yo, misantropías a parte, que todos los seres humanos sean respetables, porque no lo son, al menos no "per se", pero sí digo que, salvo esas deshonrosas excepciones, todo ser humano es acreedor de un mínimo de respeto, más si tenemos en cuenta que nos resulta indispensable respetarnos para ser. Otro día, si les parece, podemos hablar sobre la ontología del ser pero es que a mí ya no me da la vida ni me respeta la neurona que me queda sana pero bastante tocada a estas alturas. Hala. Un saludo, amigos.
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