ESTAMPITAS

Miren ustedes, les voy a contar una cosa de mi vida privada, que seguramente les importe bien poco pero, qué quieren, el blog es mío: yo nací en una familia católica y me bautizaron en la Iglesia Católica, por lo tanto era católico hasta que apostasié porque siempre he sido ateo. Ateo es quien niega la existencia de Dios, al menos del Dios de las iglesias monoteístas y de los dioses de las politeistas; y por ende, quien cree que Dios no nos creó sino que nosotros lo creamos a él (o ella). En este marco mental, que no quiere decir que sea el correcto, los símbolos religiosos - de todas las religiones - no son digamos una cosa importante, de hecho las religiones en general no nos parecen importantes a los ateos, pero sí reconozco que lo son para quienes profesan alguna fe religiosa, por lo que vaya por delante mi máximo respeto a todas esas personas que, por la razón que sea, creen en Dios. Una vez, un amigo, que además era cura, me dijo que cagarse en Dios revelaba que para esa persona, el caganer, Dios era un concepto importante porque nadie se caga en la ventana del sexto b, fundamentalmente porque le importa un higo seco esa ventana. Claro, que yo le contesté, entonces era rápido de pensamiento, que yo me cagaba en "la puta de oros" y no tengo ni idea de qué era y es eso. Total, que digo todo esto por el lío que se ha montado a cuenta de la estampita de "El Corazón de Jesús" - Jesús es Dios, ya saben aquello del "uno y trino" - tuneada con una cabeza de vaca, que enseñó ufana Lalachús en las Campanadas de La Uno, junto a Broncano, el rey de la televisión pública. Y, claro, que si ofensa a los sentimientos religiosos, que si escarnio de la fe católica, que si con Mahoma no hay cojones ... en fín, toda la panoplia al uso y gusto de la carcunda reaccionaria, La Conferencia Episcopal - valga la redundancia -, incluidos los inefables "Abogados Cristianos", que tienen de cristianos lo que yo de monje trapense, y del espectro político - nunca mejor dicho - extremocentrista.

Como todo el mundo ha dicho la suya al respecto y yo no iba a ser menos, ahí va mi sesuda reflexión sobre las estampitas y la ofensa a los sentimientos religiosos, a ver si acabo yo entre rejas, veamos. En primer lugar, yo como ateo no considero de capital importancia los símbolos religiosos, de ninguna religión, razón por la que no me choteo, al menos en público, de estas cosas; en segundo lugar, y probablemente como consecuencia del punto anterior, me parece irrelevante del todo que se tuneen estampas religiosas, por mí como si les prenden fuego en pira pública, que ya saben ustedes la función purificadora de las llamas; y en tercer lugar, me parece del todo innecesario cachondearse de las creencias religiosas de nadie, que bastante tiene la gente con lo suyo para andar zascandileando en la privacidad de los demás. Las relaciones sociales y las sociedades en general se construyen sobre un pilar fundamental, el respeto. Se respeta, fundamentalmente, aquello o aquellos/as con lo que, o con quien, no se está de acuerdo, porque con lo que, o con quien, se está de acuerdo no se respeta, se milita, que es diferente. Lo que empieza a ser, además de una desagradable costumbre, una constante, es chotearse de las creencias religiosas de la gente sin pensar en los demás o, mejor dicho, en las consecuencias para los demás. La religión forma parte del ámbito privado de las personas, al margen de los integrismos y sus delirios totalitarios, que más que religión es enfermedad mental, y no me parece razonable inmiscuirse en la privacidad de los demás para echarse unas risas porque es irrespetuoso y también de mal gusto, por qué no decirlo. En definitiva, que si falta el respeto se va todo a tomar por culo, las relaciones sociales y las sociedades, y no creo que sea ese el camino que queremos seguir. Por eso, enlazando con el párrafo anterior, quien se mofa de determinadas creencias religiosas, por una parte les está otorgando categoría de importancia, es decir, que piensa que esas creencias son sustantivamente relevantes en su cosmogonía, porque solo nos cachondeamos de lo importante, o de lo que nos importa, no de la ventana del sexto b; y, en segundo lugar, como a toda fuerza se le opone otra de igual intensidad y signo contrario, a la estupidez se le impone otra estupidez, igualmente intensa y de sentido opuesto, por lo que termina habiendo un choque cojonudo. Ustedes, que son gente cultivada, conocen de sobra lo de la berrea del ciervo, pues esto es lo mismo pero en versión berrido del gilipollas, es decir, que andan topándose los cuernos para medirse el rabo a cuenta de una vaca en una estampa. Se puede ser más tonto pero es complicado.

Un profesor en la facultad, allá por el paleolítico inferior, dijo una vez que: "el ser humano lo es en la medida en que es social porque el ser humano es un ser social" y, nos guste más o menos - a algunos parece que no les gusta nada -, tenemos la imperiosa necesidad de compartir tiempo y espacio con el resto de miembros de nuestra especie porque si no dejamos de ser humanos, y eso exige, sobre todo, respeto. No es que diga yo, misantropías a parte, que todos los seres humanos sean respetables, porque no lo son, al menos no "per se", pero sí digo que, salvo esas deshonrosas excepciones, todo ser humano es acreedor de un mínimo de respeto, más si tenemos en cuenta que nos resulta indispensable respetarnos para ser. Otro día, si les parece, podemos hablar sobre la ontología del ser pero es que a mí ya no me da la vida ni me respeta la neurona que me queda sana pero bastante tocada a estas alturas. Hala. Un saludo, amigos.

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