LA DICTADURA WOKE

"Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria" (Marx, Groucho). Nosotros, la izquierda, o sea ustedes y yo - dejemos por ahora a los políticos al margen -, cabalgamos contradicciones que por lo menos nos condicionan. Por ejemplo: yo soy un acérrimo defensor de la sanidad pública pero tengo contratado un seguro privado y también defiendo con firmeza el sistema público de pensiones y, esta vez no voluntariamente, tengo suscrito un plan de pensiones al que me adhirió la institución pública en la que trabajo. Por eso es imperativo no solo asumir esas contradicciones, que es el paso previo y sine qua non para superarlas, sino que hemos de entrenarnos en la gestión de la disonancia cognitiva que se deriva de ellas. Uno de los problemas principales que arrastramos desde hace décadas es que no hemos hecho ni lo uno ni lo otro y nos hemos ido deslizando suave e inexorablemente por la pendiente que conduce al abismo. Ya saben que cuando se mira al abismo este devuelve la mirada (Nietzsche). En ese proceso, según una buena amiga "singladura" - ella es así, hay que quererla como es -, no hemos entendido que la izquierda nació del movimiento obrero y que este es indisociable del desarrollo del capitalismo, y esto implica asumir  que jugamos en el terreno del "enemigo" con sus reglas. Lo que ha ocurrido es que la izquierda no ha sabido asumir esta contradicción y para huir de la disonancia cognitiva que le provoca ha huido hacia adelante, abrazando lo woke como si no hubiera un mañana,  que dicen los jóvenes. 

El electorado de izquierdas, porque lo de la "fanzone" no tiene nombre, asiste entre atónito y desesperado a una serie inacabable de reivindicaciones y movilizaciones cuya motivación o les queda muy lejana o les resulta cuando menos de carácter accesorio. Mientras tanto, sus problemas y necesidades de clase, que deberían ser centrales, han desaparecido de esa frenética actividad como si ya no fueran importantes o estuvieran aseguradas. De ahí que la desafección con los partidos políticos que se dicen de izquierdas vaya creciendo ante la desorientación de aquellos, incapaces de entender el porqué las urnas dan cada vez más magro resultado. Y lo peor es que no se ve, ni a corto ni a medio plazo, más respuesta de nuestros representantes que la de Il Gattopardo, o sea, que cambie todo para que nada cambie. En esta tesitura, que augura tiempos oscuros, medra por la derecha el monstruo fascista - o nazi - que aprovecha cualquier grieta en el sistema para ir socavando los cimientos de las democracias liberales de lo que hemos denominado, si Donald Trump no propone otra denominación, pomposamente "Occidente". Esto ya ocurrió a mediados de la pasada centuria pero como reza el proverbio: hemos olvidado nuestra historia y estamos condenados a repetirla. Pero, bueno, que los árboles no nos impidan ver el bosque, el resurgimiento del fascismo no es responsabilidad de la izquierda sino una consecuencia de su dejación de funciones y la entusiasta colaboración de la derecha conservadora, que esta sí tiene su buena parte de responsabilidad porque tradicionalmente ha alimentado en sus pechos al animalico. La cuestión es que lo que las derechas denominan "la dictadura woke", en su arraigada tradición goebbelsiana, no es otra cosa que el alejamiento de la izquierda de sus principios fundacionales y el abandono de sus postulados ideológicos centrales. Dicho así puede parecer liviano o bucólico pero, créanme, es una tragedia. Miren, me voy a atrever a darles una breve lección de teoría política - no me lapiden, por favor -: cuando un lado del continuo ideológico está en auge, el otro asume parte de sus posiciones para intentar no hundirse del todo porque considera asumible ceder un poco para sobrevivir y lamerse sus heridas, y esto va repitiéndose en ciclos alternos de superioridad y supervivencia para ambos de manera que por el camino el sistema tiende a igualar ambos lados y siempre a beneficio de inventario; recuerden que jugamos en su campo y con sus reglas. Tal vez una debacle electoral de dimensiones épicas puede ser el revulsivo necesario pero no sé yo si esto tiene sentido después de ver cómo el hundimiento de IU, Podemos y Sumar lejos de contribuir a enderezar el rumbo lo que ha hecho es que se pierda el norte.

Habrá que hacer acopio de víveres  - "omplir el rebost", que diuen a la meua terra - y prepararse para el invierno, que "is coming" como en la conocida serie, porque no nos engañemos vienen curvas. No es ya tanto el desastre electoral de los partidos políticos de izquierdas sino la pérdida de valores y principios lo que hace que en vez de vivir en una "dictadura woke" vayamos de cabeza y sin frenos hacia una "dictadura neoliberal". A este paso dentro de unas décadas de la izquierda sólo quedará un vago recuerdo y entonces algunos recordaremos con nostalgia y lágrimas en los ojos cansados aquellos tiempos pasados que fueron mejores, siempre y cuando el Ministerio del Amor no nos eche mano. En fin, vayan acostumbrándose a alimentarse a base de Soma, que no nos va a alcanzar ni para comprar sardinas saladas. 

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